martes, 27 de julio de 2021

jueves, 22 de julio de 2021

Eibar-Aguinaga. Ermita de San Román de Zalaarte

 

La ermita se encuentra sobre un montículo natural en el camino que arranca de Ixua a Barinaga y Marquina. En el alto, tras el arbolado, se asoma a un paisaje abierto y un cruce de caminos por donde se llega al Santutxo de San Ildefonso y a los caseríos Larrañeta e Iberixa. Tras bordear una suave colina aparece el conjunto de edificios del caserío San Román. Si bien se ignora la fecha de su fundación, la tradición señala que fue el primer templo construido en Aguinaga, previo incluso a la parroquia. Documentalmente, aparece en la visita que realiza el Licenciado Gil en 1556, representante del Obispado de Calahorra “Yten, hallo que ay en la dicha villa nuebe hermitas y son, Santa Ynés, Nuestra Señora del Palaçio, San Martín, Nuestra Señora de Arrieta, San Pedro de Acondia, San Román de Çelarte ..... Yten, hallo que en la dicha hermita de San Román abía rrobles y fresnos muy cresçidos, los quoales árboles heran de la iglesia y hermita suso dicha” 

 

 

La ermita es un edificio rectangular con tejado a dos aguas y pórtico con vertiente única. Espadaña de obra encima de la puerta y cruz en su ático. Puerta de entrada en arco dovelado de medio punto. En su interior una cruz en la pared y dos únicas tallas policromadas sobre troncos que sirven de peana: San Román y Santa Águeda, ambas de estilo renacentista, posiblemente del siglo XVI. En el muro derecho tres ventanas y otra en el izquierdo. Piedra vista, interior y exteriormente.

En 1710 aparecen los primeros testimonios escritos, existiendo hasta 1808 dos censos por importe total de 100 ducados que producían 66 reales anuales con los que se efectuaba el retejo y demás necesidades. Con la Desamortización de 1810 y para sufragar los gastos de la guerra, se vende en pública subasta la casa seroral con su horno, lagar, pesebres y “asiento comun”. Tras sucesivas valoraciones, subastas y remates, en julio de ese año se adjudica a María Pagaegui. Nuevas compras y ventas hasta que en 1845 pleitean dos vecinos y el sacristán. Este presenta la renuncia a ocuparse de la ermita ya que lo hacía como contraprestación a la explotación del monte Albizuri-aurrea. El Ayuntamiento consigue poner paz compensando a los demandantes. El sacristán se hace cargo de su mantenimiento hasta su fallecimiento.

Dispuso desde sus comienzos de múltiples benefactores quienes realizaban sus ofrendas mediante mandas en testamentos y donaciones. En 1571 Martín de Albiçuri ofrece “a la iglesia de San Román dos reales de limosna y sean pagados de mis bienes. Item mando y declaro que dono a la dicha ermita de San Román diez y siete reales y mando que sean pagados de mis bienes”.

Existen numerosas citas que demuestran la existencia de freiras en ella. Martínez de Morentín señala “Es seguro que vivían en una casa propiedad de la ermita quizás situada donde hoy se encuentra el caserío San Román”. En 1603 se hace en ella “obras de cantería y reparo”; en 1607 consecuencia de un incendio “se saca la tierra del solar de la casa quemada de las freiras”. Su reconstrucción comienza en 1612. Las obras terminan el año siguiente. En 1617 el Obispo de Calahorra ordena echar fuera de las iglesias del obispado a todas las freiras. Se opone el Ayuntamiento de Eibar, acordando que los objetos de las ermitas se entreguen para su custodia “a las barrenderas o servidoras”. En 1704 entra de sacristán Joseph de Ybarzabal quien junto a su mujer Mariana de Zaldivia, ofrece una dote 70 ducados abonables en cinco años, amén de comprometerse a plantar 50 árboles (manzanos, fresnos y robles), y aportar un carro de tejas cada año para retejo de la ermita y la casa del sacristán. Los sacristanes parece que los nombraba el Ayuntamiento de Eibar, constando que al asumir el cargo aportaban una dote disfrutando de la casa de la ermita y sus bienes. Cita Martínez de Morentin que “al menos entre 1580 y 1599, la ermita disponía de lagares, un robledal, un manzanal y, probablemente, ganado lanar”. Y, documentado desde 1661 hasta 1803, “un castañal, un censo de ganado vacuno, nogales y un monte”.

 

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Los patrones de la ermita eran la iglesia y la villa, y sus fondos se canalizaba por una administración única personificada en el mayordomo que rendía cuentas anualmente a una junta general formada por los patrones y varios vocales. Las cuentas se visaban por el Cura de San Andrés y el Alcalde y Juez Ordinario de Eibar, así como por los visitadores generales del Obispado de Calahorra, dándose importancia relevante al “tributo del ganado vacuno” que algunos quebraderos produjo en la historia de la ermita “se previene que los mayordomos que son y fueren de dicha ermita han de saber examinar todos los años dicho ganado. Y si hubiese ganancia, hacerse cargo en las cuentas; y (...) poner por declaración en ellas de lo que no ha habido”, y en el inventario de 1765 se señala: “dispone de cincuenta ducados de vellón en ganado vacuno, que son dos vacas, una con cría y la otra sin ella, de medida de seis palmos y medio y de edad de 7 años que valen 36 ducados y una becerra de 4 años de edad y medio de seis palmos, de 14 ducados por cuyo tributo o ganancia paga tres ducados de vellón anualmente”.

La primera cita documental de existencia de un cementerio se remonta a 1704 en el que expresamente se dice que “se remienda la puerta del cimenterio”. Estaría adosado a la ermita y no tendría cubierta. El derrumbe de sus paredes propicia la ampliación quedando a cubierto dentro del recinto y con sus medidas actuales.

Respecto de los altares se conoce que en 1634, el Visitador General del Obispado de Calahorra ordena que se haga “la capilla de San Román que se hará en el lado del Evangelio dejando el altar central para Santa Águeda”. En 1638 el maestro carpintero Domingo de Gandiaga trabaja en las obras de calado, terminando el altar de San Román dos años más tarde. Nuevos retablos en 1722 de San Román y Santa Águeda según diseño de Ignacio de Echeverría y obra de Matheo y Francisco de Aspezu y Manuel de Larramendi. El tercero lo realiza en 1748, Joaquín de Unceta Barrenechea. Cuesta 644 reales y se paga en dos plazos. Durante la Guerra Civil, los retablos y la madera del suelo del coro se utilizaron como leña desapareciendo en esa época una de las tres imágenes (las otras dos se guardaron en la casa seroral para protegerlas). Y así hasta 1951 en que se señala que “no existe en el interior mas que un altar provisional” siendo en 1996 cuando “el tronco que hacía las veces de altar y que se había decidido utilizar como ambón (o Mesa de la Palabra) que era propiedad del caserío San Román, ha quedado inutilizable al rompérsele la plataforma superior durante los trabajos de limpieza realizados en la ermita esta semana”.

Respecto de las imágenes, se sabe que existieron dos esculturas de San Román: la primera, probablemente del siglo XVI, se colocó en 1639 en el altar lateral tras restaurarla Antonio de Bolunbizcar, maestro pintor, vecino de Ermua. La imagen se deteriora y en 1799 el acta de la visita del Obispo de Calahorra, señala “se haga nueva la imagen del Santo por estar la que existe tan sumamente ridícula y fea que en lugar de atraer la devoción causa irreverencia por lo que manda que dentro de cuatro meses de la publicación de este auto (...) se deshaga y entierre la efigie de San Román fabricando otra nueva, pintándola y colocándola precedida su bendición en la nominada Hermita”. Ese mismo año Juan Bautista de Mendizábal, escultor y vecino de Eibar “hace una imagen nueva de San Román por así haberlo mandado el Visitador por estar desfigurada la anterior”. Esta imagen fue restaurada en 1995 por Esther Sagarduy Areizaga de Eibar quien “tiene permiso para proceder a la restauración de la siguientes imágenes: ... San Román y Santa Águeda que se encuentran en el caserío San Román”. La imagen restaurada se entrega el 31 de julio de 1996 señalando en el informe “encontramos en esta talla algunas características de época barroca, por lo que podríamos decir que la obra pertenece al capítulo de escultura española, pudiéndose aproximar la pieza a finales del siglo XVII-XVIII”. Por lo que respecta a la imagen de Santa Águeda consta su existencia en 1713 junto con “una corona de Santa Águeda por cuatro perlas” que no se cita en el inventario de 1901. El Gobierno Vasco la centra en el siglo XVI-XVII, con un buen estado de conservación. Se restaura en 1995 junto con la de San Román.

En 1583 disponía de campana. Ocho años después, se paga cuatro reales a Francisco Bascarán “por ponerla bien” y otros 16 reales en 1695. Se funde en 1747 y se hace una nueva que pesaba “9 arrobas” a decir del inventario de 1765. Tras diversas vicisitudes sigue en ella hasta 1929. Sin embargo, el inventario de 1951 descubre que aquella campana había desaparecido y la que estaba era una campana grande, de bronce, con una inscripción de 1945. Desempeñaba un papel de orientación a caminantes en días de niebla cerrada, tocándose igualmente cuando fallecía algún vecino o comenzaba el sepelio. Si era hombre, se daban 36 campanadas lentas (tres series de tres y nueve toques); si era mujer 33 (tres series de dos y nueve). Se tañía desde la salida del féretro de la casa hasta que se perdía de vista de la ermita. Gurutzi Arregui cita esta ermita entre las nueve a las que acudían tradicionalmente las embarazadas guipuzcoanas para solicitar un buen parto. Muchas lo hacían andando e incluso descalzas, para poner velas. El jueves posterior al Corpus se hacía misa, bendición de los campos y el agua que los vecinos llevaban a sus hogares para cuando hubiese alguna necesidad (tormenta, fallecimiento, o cualquier bendición).

 BIBLIOGRAFIA

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