CONCURSO DE MINIRELATOS 2015.
ACEX-ESKE 2015
La boda de Enriqueta y Luis Fernando
Aquello
gustó a todos aquella tarde en la cafetería: se trataba de unos juegos malabares
que ejecutaban una pareja de jóvenes algo desaliñados pero simpáticos, eso sí,
nadie entendía nada de lo que decían, eran
chinos mandarinos que no
cantoneses y sabían preparar muy bien el “pato mandarín”, así que pensamos
contratarlos para la fiesta de cumpleaños de nuestra hija Enriqueta que nos
presentará en familia a su novio Luis Fernando
el último martes de octubre de 2015.
Llegó
por fin el día de cumplir el sueño de Enriqueta Almandoz, la boda con Luis
Fernando Pérez, su novio desde hace
unos cuantos años, 20 para ser más exactos. El enlace se celebraría el primer
sábado de noviembre en una carpa instalada en el Monte Ulía de San Sebastián;
para ello ya habían contactado con los responsables de este tipo de eventos y
concertado los precios de los festejos: banquete, música, etc.
Previamente,
el último martes del mes de octubre, Enriqueta
—en una comida familiar con motivo de su cumpleaños— presentó a sus
padres a su novio Luis Fernando. Para la celebración, organizada por los padres
de Enriqueta, éstos habían contratado a una pareja de jóvenes chinos que
conocieron en una cafetería unos días antes y que, además de ser unos buenos
malabaristas, cocinaban muy bien el “pato mandarín”, por lo que, por el mismo
precio, tenían cocineros y divertimento. Llegaron rápidamente a un acuerdo y
contrataron a los malabaristas para que actuaran también en la boda.
El
primer sábado de noviembre, a primera hora de la mañana se presentaron los
cocineros/malabaristas, ya que su “pato mandarín” formaba parte, entre otros
platos, del menú nupcial. Pero había un problema, que no encontraron suficiente
cantidad de patos en los mercados de San Sebastián y no había demasiado tiempo
para localizarlos en otros pueblos limítrofes. Tampoco podían cambiar el menú,
dada el poco tiempo del que disponían, por lo que decidieron acercarse a alguna
granja cercana para ver si conseguían la cantidad adecuada de patos.
Entretanto,
ajenos a este hecho, iban llegando los invitados a la carpa y se iban
instalando. Finalmente se acomodaron los novios y sus familias en la presidencia, quienes tampoco estaban al
corriente de la situación, a excepción de la madre de la novia, quien no les
había comentado nada para no preocuparles porque confiaba en su
rápida solución.
Pero,
por desgracia, no fue así: habían conseguido localizar una partida de patos
vivos en una granja de Gaintxurizketa y los trasladaron a la cocina instalada
en la carpa, para poder transformarlos
en un apetitoso “pato mandarín”. Pero claro, los patos no estaban de acuerdo y
protestaron, escapándose de la cocina y por la vía más rápida: aterrizando en
el comedor entre los gritos de los comensales, que salieron corriendo
espantados.
Adiós
banquete, adiós boda. Pobre Enriqueta. Ella que había esperado 20 años para que
llegara este día. ¿Cuánto tendría que volver a esperar esta vez?
Reestreno
Salí del bar con él en mi bolsillo y en mi
pensamiento.
Con mis tacones y mi borrachera entramos en un
callejón solitario. No aguantaba más y me apoyé en la pared. Comencé a quitarle
lo de arriba. ¡Lo estrenaba! Uno sólo era suficiente. Cuando me lo acerqué a la
boca, me agaché en el oscuro rincón y le prendí fuego. Tabaco del bueno.
De pronto afloraron en mí todas las sensaciones que
yo creía perdidas. Llevaba mucho tiempo sin probarlo.
Junto a las sensaciones llegaron los recuerdos de
otros tiempos.
Mi primer cigarrillo. También, como ahora, casi a
escondidas. Era muy joven y estaba de moda fumar. Si lo hacía me sentiría
mayor, y ya no lo pude dejar.
Durante muchos años, fue para mí un placer. Además
estaba bien visto.
Luego llegaron las informaciones negativas del
consumo del tabaco. Los consejos de los médicos sobre sus nefastas influencias
en la salud, etc. etc., además de las “recomendaciones” familiares.
Conclusión: me propuse dejar de fumar, y lo conseguí.
Mi salud mejoró pero no evitó que mi vida llegara a
ser un desastre: fracasos amorosos y profesionales, incluso problemas
familiares. Llegué a una conclusión. Lo volvería a hacer, volvería a fumar.
Esa mañana salí de casa con la intención de fumar,
por lo menos un cigarrillo. Quería volver a sentir el placer de aspirar su
sabor. Metí un paquete en el bolsillo. A pesar de todo me faltaba valor.
Me dirigí a una zona apartada de mi casa y encontré un bar con bastante bullicio, en el
que pasé desapercibida. Esto era lo que yo necesitaba. Me tomé una copa tras
otra hasta conseguir el ánimo necesario.
Finalmente, logré llegar al callejón solitario. Allí
me estrené de nuevo. Y ya no lo pude dejar.
Sentidos y sensaciones
Alicia estaba convencida
de que, entre los placeres que nos depara la vida, no es precisamente el de
comer el que más le inquietaba. La frase que mejor describe su apetencia
culinaria es la de “comer para vivir”, es decir, alimentarse con lo
estrictamente necesario para mantenerse en forma, sin darle demasiada
importancia al resto de impresiones que le puedan producir los alimentos.
Marta, una de sus mejores amigas, trataba de inculcarle algunas ideas
relacionadas con el placer de comer pero casi siempre caían en saco roto;
Alicia, que es una persona muy receptiva en nuevas experiencias de toda índole,
no lo es en ésta.
Tras un largo y duro
invierno hizo su aparición la primavera y junto al buen tiempo, también
regresaron algunos amigos que se encontraban fuera de la ciudad. Iban a
reunirse con ellas en una cena y Marta pensó que Alicia no se podría negar a
asistir, por lo que pensó que era una buena ocasión para tratar de enseñarle
los placeres de la comida. Una vez que Alicia confirmó su asistencia, quiso
Marta explicarle cómo debería ser su predisposición ante una buena mesa para
disfrutar al máximo.
—
M. Alicia, tú cuando estás comiendo ¿qué sentidos
crees que estás utilizando?
—
A. El olfato, el gusto y la vista.
—
M. ¿Y el resto? Trata de analizar si notas los sonidos
y las sensaciones táctiles de los alimentos (crujientes, texturas, puntos de
cocción etc.). Cuando introduces un alimento en la boca, tienes que sentir los
colores, los sonidos, los olores, los sabores y todas las sensaciones que te
evoque y así disfrutarás mucho más.
—
A. No te prometo nada, pero trataré de seguir tus
sugerencias.
Llegó el día. Marta y
Alicia, junto a sus amigos, fueron al restaurante donde tenían reservada la
cena. Era un local de reciente apertura del que tenían buenas referencias
(obviaré el nombre por eso de la publicidad) y que resultó ser un lugar muy
agradable, lo que ya predisponía a un buen disfrute. O por lo menos, eso pensó
Marta, que quería conseguir una buena velada con sus amigos y al mismo tiempo
ampliar los gustos de Alicia con respecto a la comida.
Efectivamente, la cena
transcurrió agradablemente y no podía ser menos en lo que se refiere al menú:
platos con muy buena presencia, delicados y de buen gusto, ajustados puntos de
cocción, buena materia prima. Marta estaba pendiente de los gestos de sus
compañeros, pero principalmente de su amiga Alicia, conforme iban apareciendo
las
diferentes preparaciones.
Lo que vio en ella le agradó: sorpresa, intriga y finalmente satisfacción.
Tras esta buena
experiencia Alicia ha modificado su opinión con respecto al concepto de “comer
para vivir” y, aunque sigue cuidando su alimentación para mantenerse en forma,
ahora sí que cuando come pone en marcha todos sus sentidos y ha comprobado que
se disfruta mucho más en cualquier tipo de comida, y por supuesto, de vez en
cuando se da un pequeño capricho para
hacer bueno el refrán de “vivir para comer”.
- EL SÉNECA –
Había una revista, Selecciones del Reader Digest, que publicaba un artículo titulado "Mi personaje inolvidable". Yo también tengo el mío.
Era andaluz, de un pueblo de Sevilla. Su padre, maestro de escuela republicano, se libró de ser fusilado, en 1936, porque, cuando los facciosos de Queipo de Llano fueron a buscarle, un cura de otro pueblo juró y "perjuró" que era su sacristán y "campanero" de siempre. Así que, represaliado, continuó de por vida ejerciendo de "campanero".
Era el menor de cuatro hermanos, y después de Primaria ingresó, con una beca concedida a través de la Iglesia, en la Escuela de Aprendices de una Ciudad Laboral. Gracias a sus excelentes calificaciones cursó Maestría Industrial y después, siempre con becas, Peritaje Industrial. Por fin obtuvo una beca que le permitió cursar Ingeniería Industrial en la Escuela Superior de Ingenieros Industriales de Barcelona donde le conocí.
Vivía en Cornellá donde una tía suya era portera de un pequeño inmueble a la que la comunidad le cedía un minúsculo apartamento. Allí él dormía en un colchón en el suelo.
Se llamaba Rafael, la gente le llamaba Rafa, y yo le llamaba "El Séneca".
Con clases desde primera hora de la mañana y prácticas por la tarde, había que estudiar por la noche, y los horarios de los transportes no le permitían, entonces, volver a Cornellá, de manera que, casi siempre, estudiaba, cenaba y dormía, en un sofá, en el piso que habiamos alquilado varios estudiantes en Barcelona.
Inteligente, infatigable, siempre echaba una mano a quién parecía necesitarlo, aunque no se lo pidiera. Sus clases particulares, a grupos de cursos inferiores al nuestro, eran legendarias. Aunque él no quería, sus alumnos le obligaron a cobrarlas (solo Dios sabe lo que él necesitaba ese dinero).
Tenía una filosofía de la vida de lo más positivo (esa vida que se lo había puesto todo tan difícil resde el principio). En momentos complicados de nuestra vida académica, cuando terceros iban a tomar decisiones que nos afectaban directamente, calificaciones de exámenes o trabajos o proyectos, yo le solía preguntar: ¿Rafa no estás nervioso?
Y el me contestaba "no digas chominadas Javier,no tenemos tiempo para eso, nos pondremos nerviosos luego, si acaso".
Juntos hicimos el Doctorado, dando clases de prácticas como auxiliares de Cátedra, y realizando tutorías de los trabajos que los alumnos de la Escuela realizaban a lo largo de la Carrera. Todos querían que él fuera su tutor. Se lo rifaban.
Después la vida y el trabajo nos separó. Lo último que supe de él, por un amigo común, es que era Director General de una Empresa de Igualada.
A Rafael la gente le seguirá llamando Rafa, pero para mí siempre será "EL SENECA".
- LA YEGUA DE POLO -
( Una Historia de la Guerra de Crimea)
El mayor James Higgins no era un cobarde, pero la noticia que le trajo su coronel Archibald Phedams del 4 Regimiento de Dragones Ligeros de la Reina, del cual era su mano derecha, le dejó anonadado. El coronel venía de una reunión del Estado Mayor de la Brigada Ligera mandada por Lord Cardigan. Les había comunicado que la Brigada cargaría a primera hora de la mañana por el valle de Balaklava. Este valle, de 1,5 Km de largo y unos 800 m de ancho, contaba en su final con una batería de 100 cañones pesados rusos, y en sus flancos, en las dos laderas, con fortines provistos de artillería ligera.
Habian intentado, en vano, convencerle que según la orden de Lord Luncan, Jefe de la caballería, deberían esperar a que la caballería francesa, por la izquierda, y la caballería pesada britanica, por la derecha, tomaran los fortines de los flancos. "Diga lo que diga Luncan, no permitiré que los percherones de la caballería pesada ataquen antes que nosotros", había manifestado.
El mayor Higgins consideró que la carga sería un suicidio. El no quería morir pero, sobre todo, no quería conducir a sus hombres, que confiaban en él, a una muerte segura.
Urdió un plan: durante la estancia del regimiento en la India se había aficionado a jugar al Polo, había adquirido un yegua joven magnificamente entrenada y la había traído con él. Como el terreno del valle estaba lleno de agujeros por las pruebas de alcance realizadas por los rusos, la yegua, de patas muy delgadas, tropezaria y caería. El se pegaría un buen batacazo, pero el coronel pararía la carga para atenderle y, con suerte, al reanudarla los fortines de las laderas estarían ya conquistados.
Pero no contaba con el entrenamiento y el instinto de su yegua de polo.
Su regimiento cargaba justo detrás del 17 de lanceros. Para la yegua delante había unos jinetes con palos, lanzas, que vestían diferente que su amo. De azul los lanceros y de rojo los dragones. Así que intuyó "vamos a jugar al polo y delante están los del equipo contrario,mi deber es sobrepasarles". Refrenada durante el paso, trote corto y trote largo, cuando el mayor soltó las riendas para el galope final consideró que era el momento y salió disparada sorteando a los lanceros. El coronel, atónito, lo siguió y con él todo el 4 regimiento y por fin toda la Brigada.
Llegaron los primeros a los cañones haciendo una escabechina con los artilleros y la infantería que los protegía. Los restos de la Brigada hicieron lo propio según llegaban. Por fin la caballería de la guardia del Zar cargó contra ellos y tuvieron que retirarse. Pero gracias a que los fortines de las laderas habían sido tomados y los cañones disparaban contra los rusos, unos pocos supervivientes de la Brigada Ligera volvieron a sus líneas. El mayor Higgins herido pero su yegua ilesa.
Por su comportamiento en la batalla fue aclamado, vitoreado, condecorado y ascendido a coronel.
Siendo ya muy mayor, en 1880, se desahogo contándoselo a su nieto que lo escribió en su diario.
Un tataranieto suyo, historiador en Cambridge, encontró el diario y lo publicó en los "News Letters" de la Universidad.
Con respeto, pero con ironía, podriamos decir con Tennison: "Por el valle de la muerte cabalgaron los seiscientos" "Gloria a los héroes de Balaklava" "Loor a la Brigada Ligera".
Descubriendo el amor
Siendo
un chiquillo, apenas once años, ya te atraían las cosas de la iglesia y todo
aquello que la rodeaba, los curas, los sermones, la suntuosidad de las
vestimentas en los oficios, y también algo de lo que representaba ser la
autoridad moral de la comarca. Aceptaste ser acólito, ayudante de los curas,
monaguillo que se decía entonces. Desde la posición que vivías, observabas los
comportamientos de los feligreses, acerca de los cumplimientos de todos los
actos religiosos, que eran muchos y variados en la época. De todas las
experiencias que estabas viviendo, una te llamó especialmente la atención,
porque de aquello aprendiste la facilidad con que la gente pasa de la felicidad
a la tristeza, del amor al desamor, de la vida a la muerte.
Aquél
día era sábado y teníais que oficiar una boda. Alrededor de las doce llegaron
los novios y los recibiste en la puerta de entrada de la iglesia, ya que eras
el encargado de notificarles el protocolo, dónde debían de colocarse, las
respuestas habituales de la liturgia, si llevaban consigo las alianzas, las
arras etc.etc. Miraste al novio como de costumbre, y te pareció que aquél
hombre, tenía un aura especial, irradiaba sensibilidad, delicadeza, llevaba el
amor del enamorado en sus ojos. Su mirada estaba cargada de pasión. Fue una
ceremonia especial, diferente a tantas otras, de las que marcan y permanecen en
el recuerdo. Al siguiente día de casarse, como era habitual, iniciaron el viaje
de novios, él conducía el coche. Ir fueron los dos juntos. Volver lo hicieron
por separado. Él en ambulancia al hospital. Ella volvería en un coche fúnebre
camino del camposanto.
No
había transcurrido un mes de la alegría de las nupcias y allí os encontrabais,
en el mismo lugar, en la misma iglesia, esta vez oficiando el funeral por su
amada. Todo estaba cambiado, las flores ya no eran ramos, eran coronas, la
música todavía cercana de la esperanza se había tornado en una larga despedida.
Hasta las vestimentas de los presentes, habían abandonado el colorido suntuoso,
para envolverse en la oscuridad. En esta ocasión las campanas tañían lágrimas
de dolor, los ojos húmedos de los asistentes daban muestras de amargo
desconsuelo. Sus gargantas, sin capacidad de articular palabras que no fueran
de condolencia.
Volviste
a mirar de frente a aquél hombre y constataste que su aura especial le había
abandonado. Aquél hombre al que tú habías casado era la voz del lamento, en
aquéllos momentos no entendía la vida, dejó de tener valor la vida. Lo repetía
una vez y otra. Era una convicción y también una premonición. El monaguillo que
eras, estaba descubriendo por vez primera a través de aquél hombre, el sentido
del miedo, el significado de perder lo que se ama.
Al
día siguiente el rumor estaba en la calle. El hombre había saltado la tapia del
cementerio provisto de una navaja. El enterrador en su última ronda, oyó
gemidos, se acercó y lo encontró acurrucado, sobre la tumba de su amada esposa,
con las venas de ambas muñecas, cortadas, desangrándose. Llegó a tiempo al
hospital. El hecho fue muy comentado en la comarca, también en el seno de la
iglesia. Todos os sentíais estremecidos. Era la primera vez que ocurría algo de
esa naturaleza. Tú ya tenías tu héroe particular. Aquél hombre había aplicado
la máxima del amor, o lo que era lo mismo, morir por amor. El acontecimiento
tuvo sus detractores entre los más adultos y también algunos admiradores entre
los más adolescentes.
Pasaron
los días, no habían todavía sumado un año, cuando la sorpresa apareció en tus
ojos, aunque te resistías a aceptar lo que tenías delante. Tu idea acerca del
héroe se venía abajo. Tu idea romántica del amor empezaba a disminuir por
momentos. De nuevo, aquél hombre estaba en el mismo lugar, en la misma iglesia,
desposándose junto a una nueva mujer. El enlace ya no tenía para ti la misma
magia. Habías cumplido ya los doce y aprendiste que el amor es caprichoso,
cambiante, incontrolable y viajero, se traslada como el polen que con la ayuda
del viento, se va posando de flor en flor.
Amador.
En un día tranquilo, paseando al sol, relajado y
sereno, un desconocido se acerca y ni corto ni perezoso me ofrece su mano para
saludarme e interesarse por mí.
Hombre Amador. Qué tal estás? Cuánto tiempo sin
verte. Que hará? Doce, catorce años?, por lo menos.
Estás igual que siempre. Bueno, igual algo menos de
pelo, pero te conservas muy bien. Joé tío, si es que por ti no pasan los años.
Y qué, cómo va el trabajo?, me imagino que ahora
estarás más libre no?.
Claro, desde que se murió tu hermana Rocío…….
Entonces y sólo entonces es cuando caes en la cuenta
de que te ha confundido con el hermano y representante de “La Jurado”, y tragas
saliva una y otra vez mientras te preguntas ¿ y qué le digo yo ahora a éste?.
Así que decides seguirle en su aventura, máxime
cuando empieza a hablar del buen dinero que ganabas y de todos los viajes y
fabulosos hoteles que disfrutabas mientras eras el manager y estabas junto a tu
hermana y claro ahora que ya no está porque falleció, lo estarás notando, y le
contestas que sí, que llevas muy mal lo de su pérdida, que antes en vida de
ella , eras alguien y te llamaba mucha gente y ahora nadie se acuerda de ti.
Pero lo peor llega cuando va y te pregunta por la
salud de tu cuñado, entonces ya no sabes dónde meterte y cuando estás a
punto de contestar que cuál de ellos, se anticipa y dice: si hombre, el Ortega
Cano, el torero. Ahí sí que tuerces el gesto, aprietas los labios y pones cara
de circunstancia, como mostrándole que el torero es un desconocido para ti,
pero él se encarga de sacarte del aprieto y responde, ése sí que es un vividor,
que además le está amargando la vida a Rociíto y bla..bla..bla…bla….
Y es justo en ese momento, cuando más necesitado
estás y más deseas que venga la tormenta o que suceda algo que haga alejarte de
semejante individuo, es entonces cuando aparece tu mujer y te llama Luciano y
tienes que ver su cara que está diciendo, tierra, trágame, pero le quedan
arrestos para decirte, no me digas que no eres Amador? Y tú, que has tenido que
aguantar toda una sarta de sandeces durante media hora, es cuando le contestas,
no, no soy Amador, pero es que coño, ni aunque lo fuera….
Crisis en el auto- inmóvil.
Recuerdas Julián? Aquél fue el día que habías
aprobado la licencia de conducir. Lo celebramos cenando en el Massip y al salir
estábamos tan contentos que al ver el carrusel de autos de choque, te pedí, a
modo de capricho que hiciéramos unos viajes. Torciste el gesto como diciendo……
Ummm, buena manera de estrenar el “carnet”, verás tu
ahora…A que la lío?.
Sacaste los tickets refunfuñando y al mirarme, te leí
el pensamiento.
“Hay que ver los caprichos que tiene la pava esta,
con lo poco que me gustan los ajetreos y la muchedumbre”.
Te acuerdas? El coche no arrancaba. Pasaba ya un
minuto y llamamos al supervisor para que nos lo cambiara. La pista estaba
completa y no quedaba ninguno libre. El hombre, extrañado, tampoco podía
moverlo, hasta que cayó en la cuenta y nos preguntó: ¿Han introducido la ficha?
¡Qué vergüenza Julián!, pensé. Empezamos bien!. Luego
comenzaste a darle vueltas al volante, a derecha e izquierda y el coche seguía
sin moverse y tú empeñado en las marchas. Que si no tiene palanca. Que si le
falta el embrague y el freno. Todo eran pegas y el coche continuaba inmóvil.
Entonces te pregunté: ¿pero tú, dónde has sacado el
carnet? Y tú a lo tuyo, con tus quejas. A este trasto le falla la batería y el
motor. Este coche es una porquería.
Pasaron los tres minutos y seguíamos en el mismo
sitio, el coche no se había movido ni un milímetro. Sonó una especie de sirena
y se apagaron todas las luces.
Querías bajarte y te recordé que nos quedaba una ficha.
Yo quería continuar y te propuse que me dejaras conducir a mí. Ahí, te pusiste
serio y en un tono vehemente me contestaste: Pero como vas a conducir tú, si no
tienes licencia de conducir.
¡Para lo que te ha servido a ti!, te respondí.
Entonces me miraste, te miré, nuestras caras eran un
poema. Nos entró la risa floja, esa que resulta imparable y a carcajadas
decidimos que era mejor cambiar de plan e irnos a bailar que esa conducción sí
que la sabíamos hacer bien y además no hacía falta ninguna licencia.
LO SIENTO
No tengo la mínima duda, lo
tengo que hacer! Eso sí, no de
cualquier manera, debe ser en el momento oportuno y del modo adecuado.
Tiene que quedar muy clara
mi voluntad y cuidando que las formas sean suaves y al mismo tiempo tan rotundas
que no dejen lugar a dudas.
Si quiero que resulte
auténtico no valen ensayos o pruebas, le resta espontaneidad y lo que es peor,
le puede restar sinceridad.
Bueno, creo que vale ya de
darle vueltas, mañana mismo a la hora del café, antes de que empecemos la
reunión, me acerco y…
Ha llegado el momento, está
de espaldas a mí, yo creo que ha sentido mis pasos, se vuelve ligeramente y ya
no tengo vuelta de hoja, ahora!.
Estamos frente a frente, no
esperaba esa suave sonrisa que me desarma, todo lo que había pensado se me
borra absolutamente, se me acelera el pulso, se me bloquean las cuerdas vocales
y me es imposible pronunciar esas dos sencillas palabras… l-o s-i-e-n-t-o…
Tengo la sensación de que el corazón me va subiendo por la
garganta hasta los ojos, los desborda y en forma de un par de lágrimas se
desliza por mis mejillas.
DESIMAGEN
Termino de enjuagarme la
boca, me refresco la cara y empiezo a aplicarme la crema hidratante frente al
espejo.
Pero bueno, no veo nada
frente a mí, no me devuelve mi imagen. Ya sé tendré las pestañas húmedas, no me
he secado bien, como siempre de prisa.
Vuelvo a coger la toalla, me
seco a conciencia, ya está.
Qué va, no “aparezco”.
Me echo un poco hacia atrás,
cierro los ojos, avanzo suavemente y los abro de golpe, ni por esas!. Claro, me
digo, el espejo que no está limpio, le paso un paño y todo resuelto.
No y no, no cambia nada.
Bueno tengo que cambiar de
estrategia, voy a soltar y limpiar bien la bombilla, puede ser que tenga polvo
o que esté floja.
No, es evidente que está en
condiciones, además las de bajo consumo se supone que duran una eternidad.
La suelto y la llevo a la ferretería para que la comprueben.
El dependiente me pregunta
si recuerdo cuándo la compré porque parece ser que han detectado algún lote
defectuoso.
Escucho encantada el
comentario y discretamente le comento si defectuoso puede suponer que en un
espejo altere el reflejo de las imágenes… me mira estupefacto, ¡si le llego a
decir si cabe la posibilidad de que no aparezca la imagen!.
Salgo de la tienda, subo a
casa y conteniendo como puedo mis
nervios, pongo la nueva bombilla.
Y llega lo más difícil..
Encender la luz.
Por fín! He vuelto! Estoy,
con cara de susto, aturdida, pero estoy.
Me hago muecas, gestos que hacen que me ría de mí misma, qué
relajo…
Se supone que todo ha vuelto
a la normalidad, aunque la verdad, no sé…
¿qué hago? a partir de ahora
dejo de usar bombillas de bajo consumo, cambio de ferretería, cambio el espejo…
Yo qué se…
POLLO CASERO ENVASADO AL VACIO
Siempre me ha gustado el
pollo, sobre todo frito o asado, con patatas fritas, con un poco de lechuga o
sólo, me encanta.
Frío o caliente, para comer
o cenar, y qué me dices de ese trocito que pellizcas de los restos que se
guardan en el frigorífico…
También tengo que reconocer
que cocinar no es lo mío pero, se muy bien dónde los venden buenísimos, un
calentón al horno y, al plato.
A veces, en lugar de
comprarlo en la carnicería de siempre pruebo en sitios nuevos y, eso es lo que
hice hace poco cuando al pasar por una acera me llamó la atención un letrero
que decía “pollos caseros envasados al vacío” me tentó el cartel, pensé, porqué
no?, y así que me fui a casa con mi pollo envasado al vacío.
Tenía un aspecto estupendo,
doradito, en su punto de grasa… pero cuando lo fui a trinchar me encontré con
una sorpresa.
Dentro, envuelto en un
plástico había un papelito donde se leía “espero que te guste” qué flash!.
Mientras lo comía no hice más que darle vueltas a la notita.
Algún tipo de campaña
publicitaria y si ese pollo iba destinado a otra persona…qué intriga.
Claro que eso motivó que
volviera al mismo establecimiento para comprar de nuevo un pollo. En cuanto
entré en casa lo despedacé suavemente y, otro papelito! “sabía que volverías,
disfrútalo”.
Y seguí comprando pollos y
abriendo papelitos… “criado con todo cariño para ti”, “el mejor para quien lo
sabe apreciar”, “exquisito, como tú te lo mereces”…
Era mi secreto, disfrutaba
imaginando mil explicaciones a esta situación tan delirante y saboreando
doblemente mi pollo con “mensaje”.
Pasó el tiempo y muchos
pollos y muchos mensajes y, un día, al acercarme a la carnicería ví que estaba
cerrada. No sólo cerrada, había un cartel fosforito donde se leía “Cerrado por
jubilación”.
Me quedé como un pasmarote
leyendo el cartelito de marras como si no pudiera ser cierto lo que allá ponía…
Sí, la habían cerrado y lo
que para mí era peor, se habían llevado el secreto de mis mensajes…
Y como la vida continúa sin pausas, yo seguí comprando y comiendo
pollo, unos buenos otros no tanto, pero lo que de veras añoro son aquellos
mensajes que me hacían soñar mientras saboreaba mi pollo asado.
Pizarrín.
Tendría
11 años cuando comencé a estudiar en el colegio de Santa María de Portugalete.
Tenía que ir desde un barrio de Santurce que se llama Mamariga hasta el colegio
que se encuentra al comienzo del pueblo. En total unos 11 km que debía hacer 4
veces al día, a la mañana ida y vuelta y a la tarde lo mismo. 44Km diarios.
Bien es verdad que algunas veces me montaba en el tranvía que salía de enfrente
de la iglesia de Santurce y que te conducía a unos pasos del colegio.
En
este caminar diario debíamos pasar por delante del fielato que existía entre
ambas poblaciones, y como encargado del mismo estaba el famoso Pizarrín. Un
personaje pequeño y enjuto , con mucho nervio, que hacía su trabajo con
esmerado celo.
Generalmente
a la vuelta nos juntábamos algunos de los que íbamos de Santurce y entonces el
camino era mucho mas llevadero, ya que siempre se hacían algunas gracias entre
nosotros o con cualquier vicho viviente.
Teníamos
que pasar por Peñota que es el comienzo de Santurce y en este lugar era donde
se encontraba nuestro personaje. Tenía una misión muy importante ya que era el
controlador del fielato o aduana que existía entre los pueblos , para recaudar
los impuestos sobre mercancías que se llevaban de Portugale a Santurce , y
supongo que también al revés.
Pizarrín
era una persona temida, ya que tenía el control sobre todo lo comprado en el pueblo vecino y todos tenían que pagar el
impuesto correspondiente.
¡
Pizarrín , Pizarrín ! ¡Que esa señora se cuela con una gallina! - Le gritábamos
algunas veces cuando pasábamos por Peñota-. La mayoría de las veces era una
broma que le gastábamos al pobre Pizarrín.
Otras
veces nos las gastaba él a nosotros mirándonos las carteras del colegio para
ver si llevábamos alguna chuchería comprada en Portu por la que nos quería
cobrar.
Las
mujeres le tenían pánico y procuraban pasar lejos de sus miradas.
Había
épocas en las que Pizarrín estaba muy alterado y nosotros le chinchábamos mas
al pasar por delante de su control avisándole del paso de traficantes
imaginarios.
Puede
decirse que casi todos teníamos algún altercado con el famoso Pizarrín.
Transcurrieron
los años y el fielato desapareció y con él el famoso Pizarrín ,con lo que
nuestros trayectos fueron mas aburridos.
Caminar.
La encontré saliendo del
camino para cruzar la carretera .Iba de azul,
tapada la cabeza y su mochila para protegerse de la lluvia .Tendría unos 20
años con un percing en la ceja derecha.
Me encontré de frente y no
pude evitar preguntarla si estaba haciendo el camino,.
Había salido de Pamplona y
yo pensaba que se quedaría en Cirauki
ya que eran las dos y media.
Pero no, que continuaba, posiblemente
hasta el otro pueblo , supongo que en Lorca buscaría un albergue.
Era de Alemania de una
ciudad importante . Estamos en marzo y
el tiempo es húmedo con nubes y algo de
lluvia.
Iba sola .
Mi amigo el introductor a
este misterio del camino me animó a escribir algo sobre este encuentro. Los que
hemos hecho alguna vez el camino estamos especialmente sensibilizados o
atraídos por todo caminante. Sin quererlo somos como una parte de él.
No podemos dejar de hacernos
preguntas sobre su origen y lo que motiva dar el paso a realizar esta pequeña o
gran aventura.
Una chica joven sola, con un
tiempo no muy agradable, toma la decisión de irse a un país, del que no conoce
su idioma y se pone a caminar y
caminar, con solo su pequeña mochila durante
un mes. No se va a encontrar con mucha gente haciendo el camino ,
podrá encontrarse con la soledad del
caminante y consigo misma, es lo que vendría a buscar.
Los caminantes somos
buscadores de nuestra propia razón de existir y en este caminar y en esta
búsqueda de una forma sencilla , sin bullicio , podemos conocernos mejor, y disfrutar de nuestro existencia y de esta
forma ser mas felices.
No se necesita mucho para
ser feliz.
LUR
Una vez tuvimos un perro que
se llamaba Lur. Le pusimos ese nombre por que era de color marrón claro.
Era una perrita pequeña que
apareció en nuestras vidas por medio de mi hija, al tratar de salvarla de una
muerte segura.
Era recién nacida, de pocos días, y teníamos que
estar dándole biberón y calor con botellas de agua templada.
Me acuerdo que mi mujer la
tenía en una bolsa de un lado para otro, junto a su botella de agua caliente.
La llevaba a la tienda toda la mañana y la tarde e incluso la acompañaba al
banco, metida en la bolsa.
Es sorprendente cómo les
cogemos cariño a los animales. Y mas tarde comprobé que el cariño es recíproco,
tanto o mayor de los animales a los humanos.
De pequeña, como todos los
cachorritos, era muy alegre y siempre quería jugar con cualquier cosa que
llegara a su alcance. Le gustaba que le tiraran las cosas para correr a
cogerlas y no te las daba, por lo que tenías que quitárselas tu .
Con el tiempo se hizo mayor, pero no tanto como pensaba; no llegó
a tener una altura de mas de dos palmos.
No sabemos por qué, pero notamos que se ponía nerviosa con todos
los perros que encontraba y los chillaba; incluso les atacaba si la respondían.
Era un poco problemática. Lo mismo sucedía cuando alguien venía a casa, les
gruñía y pasábamos un mal rato porque era muy insistente. Sin embargo, una vez que se daba cuenta que eran amigos
dejaba de ladrar y parecía querer que la atendieran, rozándose con las piernas, esperando que la hiciesen caricias.
Un animal requiere una
atención constante, ya que normalmente
le tienes que dar
dos o tres paseos diarios, y
dos comidas. A menudo te venía muy bien pues te obligaba a
salir de casa. Cuando la hablabas, se ponía muy atenta y parecía que lo entendía todo. Es como si tuvieses un
amigo que siempre te escucha y creo que por ello es por lo que se suele
calificar que son los mejores amigos del hombre. Aunque tienen otra
característica que me parece mucho mas importante y es la que se refiere a los
sentimientos que tienen hacia los dueños. El cariño que muestran y la alegría
que manifiestan cuando regresas de un viaje es
sorprendente. Me acuerdo que, después de una semana fuera de casa, al
verme se ponía contentísima dando saltos de alegría que duraban un buen rato.
Esto era una cosa que me alegraba muchísimo.
Cuando íbamos al monte
manifestaba una típica característica de su raza, que era el control de la manada; y se recorría al
grupo desde el primero al último, continuamente, como para asegurarse de que
estábamos todos. Era una gozada verla correr de arriba abajo sin darse casi un
respiro.
De las cosas que hacía la
perra, me llamó mucho la atención el hecho de que conocía una serie de plantas
para cuidarse el estómago y que nosotros no se lo habíamos enseñado. Cuando
tenía uno de estos problemas se acercaba a las mismas plantas y se las
comía. No sé si será instinto, pero lo
sorprendente es que lo saben y nosotros no. Nos podríamos preguntar si esto es
por que lo hemos perdido o porque nunca lo supimos. En cualquier caso, es una
ventaja en su favor.
Otra cosa llamativa en su
comportamiento es que parecía como que conociera quién iba a venir antes de que
lo supiéramos nosotros. Había veces que se ponía delante de la puerta sin que
hubieran llamado y al de un rato aparecía alguien. Parecía que lo presentía.
Es una pena que nos dejara
antes de poder haber conseguido que nos pudiéramos comunicar más. Echas de
menos sus alegrías y sus cabreos.
Siempre recordaremos a esa
perrita alegre y cariñosa.
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