De las más de
doscientas películas que se han podido ver en el Festival Internacional de Cine
de San Sebastián, he podido disfrutar de dieciséis. Y al margen de tantas consideraciones como gustos tenemos
los espectadores, quiero resaltar dos aspectos que me han llamado la atención.
Por un lado, he
constatado que los mayores somos un valor en alza y no solo porque consumamos
más o menos productos propios de la edad, sino porque también se nos considera
parte de un mercado lúdico hasta hace poco bastante olvidado, como es el
cinematográfico. Consumimos cine, efectivamente, pero ¿somos protagonistas?
Bueno pues resulta que he visto tres películas en las que aparecen grandes actores y actrices
como Jean Louis Trintignant -Happy End-, Helen Mirren y Donald Sutherland,
protagonistas de Leisure Seeker (que cuando la estrenen seguro que le cambian
el título) y Glenn Close y Jonathan Pryce, matrimonio en la ficción de The Wife
(La buena esposa).
Y
por otro, me ha sorprendido que en algunos de estos casos -y no concreto por no
desvelar el final de estas historias cinematográficas- además de otros dos personajes secundarios de
La villa (Una casa frente al mar), acaban sus días suicidándose. No han podido
o no han querido continuar en la situación a la que se enfrentaban. En ningún
caso se han planteado la eutanasia como tal, pero ¿donde está la diferencia
real?
Al margen de
estos dos apartados, quiero resaltar la ilusión que me ha hecho la presencia en
el escenario del Kursaal de varios protagonistas, mujeres y hombres, que han
participado en la entrega de premios del Zinemaldia y que se han dirigido al público en euskera: Aitor Agirre
y Jon Garaño, que con Handia han conseguido el Premio Especial del Jurado y
Premio Irizar al Cine Vasco; Telmo Esnal, Premio Glocal in Progress por Dantza;
Itxaro Borda, presidenta del Jurado Irizar e Izaskun Landaida, del Jurado Otra
Mirada.
Karmen Izaga
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