La ermita de San Blas de Tolosa, anteriormente
denominada Nuestra Señora de Yurre, es quizás una de las más antiguas de
Gipuzkoa. Se sitúa en las laderas de Garmendiola, junto al cementerio, en el antiguo camino a
Navarra por Berastegi, a unos 3 km. de la parroquia.
La ermita ubicada en las
extensas pertenencias de la casa Yurreamendi donde se veneraba la imagen de la
Virgen, fue la primitiva parroquia de todos los contornos e incluso del
cementerio, agregándose a la actual de parroquia matriz de Santa María en 1333.
José Adriano de Lizarralde, al referirse a Nuestra Señora de Yurre
señala “Se la veneraba en la ermita de su nombre desde tiempos que ya no se
computan, con toda seguridad antes de la concesión del título de villazgo
otorgado a Tolosa el 13 de septiembre de 1256 por el rey Alfonso el Sabio.
Primitivamente disfrutó del título de parroquia, título que perdió al afiliarse,
hacia 1333, a la parroquia central de Santa María en la misma villa. “Precedió al efecto la oportuna licencia del
Ordinario de Pamplona, dada a la solicitud del alcalde, vecinos y cabildo
eclesiástico, mediante obligación que por instrumento público otorgado en la
misma ciudad de (Pamplona) a 2 de febrero de 1334 contrajo este de poner en
dicha Parroquia de Yurre un capellán que celebrase cada día misa por populo. Su
compra o adquisición debió comprenderse sin duda en la que hizo la villa del
monte del mismo nombre en los años 1348 y 1353. El 18 de noviembre de
1476, el Obispo de Pamplona, personándose en la Villa, autoriza la erección de un
altar para el culto a San Blas en la antigua parroquia de Santa Maria de Yurre,
deduciendo con elloPablo Gorosábelque“es de suponer que para entonces yahubiese
cambiado de nombre, tomando el actual de San Blas en lugar del primitivo de
Yurre”
Cita Antxon Aguirre Sorondo que en 1540, la llamada “ermita de Nuestra
Señora de Yurre” disponía de: dos
altares, de Nuestra Señora y de San Blas; un cáliz de plata, una cruz de
madera, cuatro casullas completas, dos misales, una campana y una casilla para
las seroras. Asimismo contaba con 17 camas para enfermos, de modo que
también cumplía funciones de hospital. Siendo de patronato municipal, en 1584 el
alcalde y regidores entablan pleito contra el vicario y cabildo por incumplir
con su obligación de decir misa diariamente en la ermita. Los demandados alegan
que no había causa para oficiarla pues “ya
no vive nadie alrededor de la ermita, ni se entierran difuntos, ni se pagan
diezmos”. Sin embargo, durante el litigio se demostrará que en sus
alrededores había 13 caseríos (cuatro vacíos desde hacía un año), que tenía
para su servicio dos beatas o seroras y que aún se enterraba en su interior a
muchos vecinos de la zona “por devoción”. Así lo aseguran los testigos Manuel
de Veruste, quien enterró a su hija y a una hermana, y Juanes de Mirando que
hizo otro tanto con sus padres y su mujer. La sentencia será favorable a la
villa. De los entierros en la ermita también los cita Lope Martínez de Isasti quien en su “Compendio de 1625” cita “San Blas, hermita antigua, en que se dice
misa cada día, y acuden mujeres con ofrendas por haber entierros en ella”
La serora María Domingo de
Otamendi hace su testamento el 16 de mayo de 1600 y pide que “se le dé sepultura donde se suelen enterrar
las seroras de dicha hermita, se le hagan sus honras y le saquen 12 misas en
honor de los apóstoles, cinco más en memoria de las Llagas de Cristo y siete
por los Dolores de la Virgen”. María Domingo había entrado de serora hacia
1581 con una de dote de 30 ½ ducados (20 para la ermita y el resto para la
parroquia) y al morir, dejó una cama, una caja, ropa blanca y su ropa de
serora. A su compañera María de Çabala le deja un censo para que se ocupe de
sacar con sus réditos una misa con tres clérigos, todas las festividades de San
Roque, “perpetuamente asta la fin del
mundo”. En 1753 está de serora Rosa Antonia de Ayestarán.
En 1820 se incendia
completamente el edificio junto con la habitación del capellán y la del
ermitaño quedando únicamente sus antiguas paredes. Señala Pablo Gorosábel“La ermita de
San Blas y su casa habitación contigua fueron así bien abrasadas completamente
el día 14 de agosto de 1820. Créese que el incendio procedió de un descuido de
una criatura de la casa, que aplicó inocentemente una luz a la paja o helecho
que había en la cuadra, si bien no faltó quien opinase que resultó de un rayo
que cayó aquella misma tarde en las proximidades de la villa durante la tronada
que hubo”. La Villa,como propietaria de la ermita y su casa habitación,aprovecha
la situación y reedifica un nuevo templo sobre las antiguas paredes,
bendiciéndose solemnemente el 29 de mayo de 1821. Dos años más tarde, los
vecinos de la zona piden que se celebre en ella, misa dominical para que los
ancianos puedan asistir y los labradores no tengan que abandonar sus labores.
El edificio actual es un conjunto de caserío y ermita,
de 21 x 19 metros de las que el templo son 13 x 5 metros. Está orientado al
oeste y a su lado izquierdo tiene adosada la sacristía. Delante un precioso
atrio con suelo de cantos rodados (uno de los mejores de Gipuzkoa). Esquinales
de sillería. Tejado a cuatro aguas. Espadaña en el caballete de hierro forjado
con veleta y cruz. En el muro derecho, dos puertas. En la de la derecha el aguabenditera
y cuatro ventanas en las paredes del edificio. El interior de piedra sin
enlucir. Retablo policromado con dos columnas jónicas de fuste estriado y
entablamento decorado con la figura de San Blas presidiéndolo. En el muro
derecho, talla de Santa Catalina de Siena y en el izquierdo una cruz. Posee
coro.
Existe en el Archivo
Municipal, un documento de 1479 donde se señala “Relaciones con las autoridades eclesiásticas: poder otorgado por este
Ayuntamiento a favor de D. Juan López de Lara, a celebrar misa diaria en la
iglesia de Santa Maria de Yurre (hoy San Blas), conforme está convenido entre
ambos cabildos, eclesiástico y municipal”. Documentalmente también se conoce, por lo menos
durante el siglo XVIII, la existencia de diversas capellanías que permitían la
celebración de misa diaria en la ermita. Sin embargo, la obligación no se
cumplió por causas que se desconocen siendo causa y motivo por la que
diferentes Obispos de Pamplona despachasen contra el clero parroquial diferentes
excomuniones y censuras. La villa siguió pleiteando en la curia eclesiástica de
Pamplona, obteniendo ejecutoria favorable el 26 de febrero de 1585.
En
1810 se ordena habilitar una escalera para acceso al coro y tapiar la puerta
que la comunicaba con la casa del ermitaño pues bajo ningún pretexto, “podrá éste guardar grano en el coro”. En
la ermita se veneraba una reliquia de San Blas hasta que, en el primer tercio
del XIX, el obispo prohibió su culto público. Pablo Gorosábel nos habla que en 1853 se iba en solemne procesión
desde la villa el día de su onomástica (3 de febrero). En la Villa, se hacían
tres días de rogativas al año: un día, desde la parroquia hasta la ermita de
San Blas, otro se iba a la ermita de San Esteban y el tercero se procesionaba a
San Juan de Arramele. Esta costumbre perduró hasta 1975.
Se
celebran misas por la Candelaria y San Blas (2 y 3 de febrero). Los fieles
asisten con panes rodeados de cordones para su bendición: luego se come el pan
y se coloca la cinta al cuello para preservar la garganta de todo mal (algunos
llevaban las cintas en sus gargantas durante meses, otros sólo durante el novenario…). Posteriormente
y para los rezagados, sobre una mesa situada en los alrededores de la ermita se
venden cordones y medallas ya bendecidos que posteriormente colocan los padres
a los hijos cuando tienen dolor de garganta a lo largo del año, con el fin de
curar o ahuyentar dicho mal.Tambien se vendían
medallitas del santo y libritos con la novena que se celebraba. En 1941 los PP.
Sacramentinos publicaron un devocionario dedicado a este santo.
El
día del santo (3 de febrero) se oficia misa y el domingo siguiente a la fecha, además
de la liturgia hay romería, deportes rurales y verbenas formándose en sus alrededores una
romería y venta de piper-opillas
anunciadas con el canto de bata, bia, hirua...Hasta
hace unos sesenta y cinco años los jóvenes tenían la costumbre de jugar al
zinkiñaka en sus alrededores. Juan Garmendia Larrañagaseñala “lo tradicional el día de
San Blas en Tolosa era desayunar chocolate con bolados, y que tras el acto
religioso en el prado del caserío Sasoeta, junto a la ermita, los chavales de
10 a 14 años jugaban al ‘zakinjokua’ o ‘zankiñaka’. En este juego se empleaban
unos palos de medio metro de largo rematados en punta por uno de los extremos
que había que clavar con fuerza en la tierra. Era una diversión que para los
niños tolosarras, estaba unida a la fiesta del 3 de febrero”.
Era costumbre hasta hace unos
años que los caseríos de pueblos de los alrededores como Hernani, Urnieta,
Asteasu, Rentería, etc que realizaban matanza del cerdo llevasen a la ermita,
como presente,las lenguas de los gorrinos (txerriko-mingaña).
Una de ellas se obsequiaba a la serora de la ermita como agradecimiento por los
servicios de cuidado del templo que realizaba durante todo el año. Ese día desayunaban
chocolate con bolados, sobre todo, los curas que tenían el cuidado de la
reliquia. En cambio, para comer no les faltaban patas de cerdo. La celebración
comienza con una misa. A continuación Misa Mayor, realizándose antes y después
de ésta la bendición de alimentos y productos del cerdo, cordones, cintas, sal,
alimentos, pasando a continuación a besar la reliquia del santo.San Blas no
sólo preserva de los males de garganta a niños y niñas, sino a todos los
hombres y mujeres sea cual sea su edad. Todavía hoy podemos escuchar la
tradición de decirle “San Blas” al que ha tosido. Sigue siendo habitual la
presencia de velas petitorias encendidas como peticiones de la gente para pedir contra las afecciones de la garganta.
Hasta
principios de los noventa, cuando moría un vecino se tocaba agoniako-kanpaia (consistía en 33 golpes
lentos), y lo mismo se repetía desde que salía el féretro de la casa y hasta
que se perdía de vista camino de la parroquia.
POSTDATA
Iñaki
Linazasoro en su “Historia y guía de Tolosa” señala respecto a la imagen de la
Andra Mari de Yurre, “un miembro de la repetida
familia Yurreamendiingresó en el convento de religiosas Clarisas de la Villa,
portando en su dote la imagen de Andra Mari de Yurre, aun cuando no es posible
avalar históricamente dicho extremo. La talla mariana, de estilo románico, es
el icono más antiguo del patrimonio tolosano. Preside el coro de esta comunidad
de clausura”
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