sábado, 5 de octubre de 2019

BOLITX.

BOLITX.

Aquel día de finales de febrero tenía pensado terminar la jornada en uno de los pueblos más bonitos del Camino de Santiago, Villafranca del Bierzo. No conocía al Jato y sentía curiosidad, pero cuando llegué al "Ave Fenix"; tras una eterna y mojada tirada sin descansos desde Cacabelos, por un camino embarrado y encharcado en su justa medida, lo que vi no me convenció.

http://bolitx.foroperegrino.es/


Ningún motivo especial, fueron unos ojos más que nada, y pensé -ya habrá otra ocasión para dormir en el pajarraco que resurge de sus cenizas y hoy tiraré hasta Pereje. Pero Pereje estaba triste, acurrucado en si mismo y nostálgico; y los ojos de la tabernera del garito donde hice pausa por hacer, se encontraban en sintonía con el panorama, y puse mis pies rumbo hacia adelante. Caminar al atardecer es un placer y cuanto más avanzado este, mayor es el placer. Y los kilómetros son más cortos, y a las siete de la tarde mis kilómetros medían ochocientos metros.

…Aun así entré y encendí la luz: un recibidor se extendía a la derecha, y a mí izquierda, el salón-cocina con chimenea incluida le daba un dudoso toque entrañable. En frente mío subían unas escaleras que imaginé que conducirían a las habitaciones con literas y a los baños.

Tras cenar algo caliente, me fui a dormir en la habitación donde había aparcado mis bártulos. Y entonces se me presentó con crudeza el vacío frio que moraba impregnado entre paredes, pasillos, postes y puertas. Solo, en el gélido habitáculo de una enorme casa desconocida de dos pisos, sin posibilidad de cerrar la puerta de la entrada por la ausencia de llave, la sensación era de cierta inquietud temerosa y respetuosa. Involuntaria, e inoportunamente, me imaginé unos espíritus danzando por los pasillos y fue un error, pues de la vaga inquietud pasé al canguelo más humillante.

De afuera se colaba el aullido del viento, las gotas de un violento chaparrón impactaban furiosas contra la ventana, originando un ruido chispeante: una ventisca alpina en pleno auge se desataba tras los cristales. La puerta de la habitación no se cerraba por culpa de la manilla, que… saltaba de todas en todas. Cogí un bolígrafo de la riñonera y lo encajé con precisión de Mc. Guiver en la rendija que se formaba entre el suelo y la puerta, quedándose aparentemente cerrada. Soy un cenizo y pensé.

-Menuda solución… igual que el que tiene tos y se rasca sus partes íntimas

Un par de expectantes segundos más tarde y como si de una premonición se tratara, el bolígrafo salía disparado de su alojamiento, desplazándose de su posición de bloqueo y la puerta volvía a abrirse en un lento recorrido giratorio chirriante, juraría que cachondeándose.

De Mc Guiver pasé a Mister Bean, y coloqué contra la puerta una silla coja que andaba por ahí, la mochila, las polainas, el paraguas, una cucharilla, una barrita energética de sabor a plátano y el bordón a modo de estaca. Después me escondí corriendo en la cama, cubriendo todo lo posible con mi pareo floreado el lateral de la litera. Me tapé hasta la altura de los ojos, sin utilizar el saco, con cinco mantas encima, y apague la luz...

…Primero escuché un silencio que creí que me había quedado sordo (lo que descarté cuando me puse a silbar una canción que se me había pegado de Julieta Venegas), después creí oír unos ruidos indeterminados, como de cuchicheos ininteligibles que viniesen de abajo, y finalmente unos pasos que... se acercaban y se acercaban, se acercaban y se acercaban, se acercaban y se acercaban... se acercaban y se acercaban…

…Cuando los sentía ya en la puerta; estuve a punto de levantarme en calzoncillos, blandiendo mi chaja suiza, no palmaría con las botas puestas pero al menos tenía los “gayuflos” en su sitio; estos cesaron, se alejaron precipitadamente volviendo sobre sus pasos y se desvanecieron. Nunca supe si realmente se trató de la intempestiva visita de un malintencionado y retraído ente indeterminado o fue únicamente una inoportuna fantasía de la imaginación, no obstante me fui tranquilizando y animando, era un simple peregrino pero no me achantaría tan fácilmente; y finalmente no sé cómo lo logré, pero me dormí. Me desperté sin despertador a las siete en punto y, tras tanto esperarlo yo, el Cebreiro por fin me esperaba a mí.

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