miércoles, 20 de junio de 2012



PLATAFORMAS PETROLERAS


Después de buscar información, ordenarla y reorganizar los puntos de vista previos, expongo las conclusiones a las que he llegado hasta el momento y que en ningún caso puedo asegurar que sean definitivas, entre otras cosas, porque todavía las considero bastante ambiguas (¿pueden las conclusiones ser ambiguas? o ¿deben ser forzosamente “concluyentes”?).                        

El Desarrollo sostenible parece la única tabla de salvación a la que nos podemos acoger si queremos salvar a nuestro viejo mundo o en el peor de los casos retrasar su evidente declive. Este concepto comprende tres dimensiones ineludibles y bien diferenciadas que son la ecológica, la social y la económica y parece insensato no reparar en todas ellas.
Por un lado el crecimiento económico es una de las metas que persigue toda sociedad y el mismo implica un incremento notable de los ingresos, y de la forma de vida de todos los individuos que la conforman, pero su viabilidad se ve limitada por la necesidad de conservar los recursos que en un momento dado hayan contribuido a dicho crecimiento. Para ello es necesario el estudio de los umbrales máximo y mínimo, dentro de los cuales se puede explotar un recurso sin que afecte al equilibrio ecológico que le sostiene, y el cual es responsable de su existencia, pues la riqueza que puede suponer un recurso no viene sólo de la eventualidad de su utilización inmediata, sino de la posibilidad de utilizarlo a largo plazo de forma sostenible y garantizando su permanencia. Todos sabemos además, que tan importante como asegurarse la renovación del recurso, es garantizar el equilibrio del ecosistema que le sostiene, ya que sin él, el recurso desaparece. El desarrollo económico a largo plazo viene pues, de la posibilidad de utilizar un recurso asegurando su regeneración y su equilibrio ecológico.
El mundo en el que vivimos forma un ecosistema muy complejo que “deberíamos” mantener en buen estado si queremos sobrevivir como especie, y cada vez está más claro que el comportamiento individual tiene un impacto decisivo en el medio. Pero en el sistema económico tradicional la incompatibilidad entre crecimiento económico y equilibrio ecológico es evidente. En el caso del petróleo, al ser un recurso no renovable ambos aspectos se nos muestran irreconciliables y perseguir el desarrollo económico a través de su explotación y obedecer al principio ecologista de pensar globalmente y actuar localmente, resulta ciertamente difícil.
Pero por otro lado, la vida sin el petróleo no podría ser como la conocemos. Del crudo obtenemos gasolina y diesel para nuestros coches y autobuses, combustible para barcos y aviones. Lo usamos para generar electricidad, obtener energía calorífica para fábricas, hospitales, edificios públicos y privados, además de diversos lubricantes para maquinaria y vehículos. La industria petroquímica usa productos derivados del petróleo para elaborar plásticos, fibras sintéticas, detergentes, medicinas, conservadores de alimentos, hules y agroquímicos entre otras muchas cosas. El petróleo ha transformado la vida de las personas y la economía de las naciones. Su descubrimiento creó riqueza, modernidad, pueblos industriales prósperos y nuevos empleos, motivando el crecimiento de las industrias mencionadas. Nuestro modo de vida pues, está íntimamente relacionado con el crudo y éste es un hecho que no podemos negar.
Pero al margen de nuestra dependencia cotidiana de este recurso, y volviendo sobre el desarrollo económico, se podría asegurar que en zonas deprimidas económicamente, casi cualquier salida para paliar situaciones de desempleo y penuria, sería mayormente bien recibida, dejando un poco al lado consideraciones de tipo ecologista o folklórico, sobre todo en referencia al  caso que nos ocupa. Los humanos tendemos a dar importancia y prioridad al  “ aquí y ahora” sin atender muchas veces a los riesgos circundantes o futuros. Sacrificamos muchos conceptos en aras de nuestra comodidad y de nuestro bienestar actual. Personalmente, creo que si me viera en la circunstancia de tener que votar por la ubicación de una plataforma petrolera en mi entorno y con su puesta asegurara mi puesto de trabajo, y con él la estabilidad económica de mi familia, mi voto sería afirmativo. Y me atrevo aventurar que la inmensa mayoría de la gente actuaría de la misma forma.
Con todo, no puedo cerrar los ojos ni hacer oídos sordos a las advertencias sobre el cambio climático y la destrucción de los ecosistemas, ocasionados en gran parte por la acción humana (emisión de gases a la atmósfera, deforestación de bosques, consumo indiscriminado de agua, contaminación de ríos y mares, hambre, guerras...) y por el factor probablemente más importante, que es la superpoblación. Por eso, muchas veces pienso alarmada ¿qué estamos haciendo con nuestro planeta? ¿ con qué se van a encontrar las generaciones venideras? Creo que cualquiera con un mínimo de sensibilidad se hará estas preguntas, aunque luego el discurrir de la vida haga que esas inquietudes queden relegadas a un recóndito plano en nuestra escala de preocupaciones.  El ser humano, por ser eso precisamente, “humano”, lleva intrínseca la cualidad del egoísmo y precisará tener cubierta su propia seguridad, para poder detenerse a atender los demás aspectos ( un poco en la línea de la pirámide de Maslow)

Con todo, lo cierto es que queda muy bien hablar enfáticamente sobre ecología y medio ambiente, sobre la valoración del patrimonio de recursos naturales y culturales de un pueblo...etc. y además opino que es necesario hacerlo. Pero aunque todo suene muy “políticamente correcto”, pocos dan soluciones prácticas y realistas a los problemas.

Todos hablamos de energías alternativas, se nos llena la boca de discursos ecologistas, y hacemos apología de un mundo natural, solidario y justo, pero nuestras palabras se acercan peligrosamente, casi rayando, a la hipocresía. Seguimos comprando y manejando coches (de gasolina) cada vez mayores, más potentes y más contaminantes. No dudamos en tomar un avión, si es posible, cada vez que nos tenemos que trasladar aunque sea a distancias relativamente cortas. Debe ser porque necesitamos la energía “ya” y es más cómodo recurrir al carburante. Además la sustitución del petróleo por otras energías es hoy por hoy un objetivo difícil de alcanzar Energías renovables como la solar, la eólica o la hidráulica no satisfacen de momento la demanda actual. En relación a utilizar el hidrógeno como energía, éste se encuentra todavía lejos de suponer una alternativa real y en cuanto al oro verde cada vez son más las voces que alertan sobre sus efectos secundarios. ¿ Nos veremos forzados a recurrir a la energía nuclear...? El torbellino de la vida no nos permite esperar. Al margen de eso, originamos toneladas de basura y despilfarramos el agua como si nunca se fuera a acabar. Y por si esto fuera poco, en el mundo se da la explotación del hombre por el hombre, hay hambre, guerras, xenofobia, violencia doméstica....etc. etc. lo que no deja de ser una agresión social brutal y permanente hacia el medio ambiente.

Ciertamente, creo que el hombre es el peor enemigo del hombre, que siempre ha sido así y será difícil que cambie. Tristemente, funcionamos con el lema de “sálvese quien pueda” o de “que cada palo aguante su vela”. Las cosas no están nada fáciles, seguir adelante parece muy peligroso y retroceder suena a esfuerzo denodado, a compromiso colectivo y desinterés individual en favor de la humanidad (sobre todo la occidental), todo ello a nivel global; en síntexis, suena a utopía. Reconozco aún así que si no fuera por las utopías, no existiría el  espíritu de superación, o sea que las considero necesarias.
Nos encontramos ante la disyuntiva de optar por el progreso económico o por recuperar nuestro medio ambiente. Pero debemos tener también en cuenta que si renunciamos al progreso económico, las primeras víctimas serían los pobres. Nosotros, los ricos occidentales, podemos permitirnos muchísima estupidez política en uno u otro sentido. Pero quienes habitan en el Tercer Mundo viven al límite, de modo que cualquier cosa que retrase el progreso económico -incluyendo las medidas para contener el calentamiento global–, obligará a las personas más vulnerables del planeta a sufrir privaciones durísimas.
 De todos modos no hay que olvidar que los “recursos” son en parte creaciones del hombre. En el caso del petróleo, fue el geólogo canadiense Abraham Gesner quien descubrió que el desagradable engrudo negro, podía servir para destilar queroseno. Y quiero con esto apuntar a un cierto resquicio optimista en el sentido de que quizá el ingenio humano apoyado por la tecnología pueda evitar el cataclismo que nos anuncian o por lo menos paliarlo, sin necesidad de renunciar al desarrollo económico.


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