ENSOÑACIONES –I-
Entre bostezo y bostezo decido que ya es hora de irme a
dormir. Me acerco a la ventana para bajar la persiana y de repente tengo la
sensación de que algo no encaja.
Delante de mí, en el mirador de la casa de enfrente, como
todos los días espero ver a mis viejitos, una pareja de abuelos que a esas
horas están siempre recostados cómodamente en su sofá, delante de la tele, a
veces charlando, otras dormitando, haciendo tiempo antes de irse a la cama.
Detrás de ellos, como una enorme sombrilla, se ve una planta
tremenda, de aspecto tropical, como agobiada en su pequeño y cerrado espacio. A
saber cuántos años lleva en esa casa!, y al contrario que a ellos, cada día que
pasa está más fresca y lozana, pero a mí, no me gusta nada.
Pero esta noche, la imagen es diferente. Las ventanas del
mirador están abiertas, las ramas de la planta, como largos brazos que buscan
el aire de la noche asoman por ellas.
Toda la habitación parece invadida por sus hojas, su tallo
trepa, sube y baja por las paredes, como si una fuerza descontrolada le
obligara a expandirse.
La tele está encendida, pero en el sofá no hay nadie.
¡Qué tontería! me digo a mí misma, simplemente se han ido a
la cama sin acordarse de apagar la tele, no sé porqué me tiene que inquietar
esa planta absurda, son sus sombras y la noche… no es más que eso.
Me cuesta dormirme y, cuando lo consigo mi sueño es una
auténtica pesadilla. Selvas tupidas, húmedas, sombras amenazantes de extrañas
plantas con formas humanas que avanzan reptando con sus horripilantes bocas
dentadas, babeantes...
Me levanto agotada y confundida, me cuesta evocar con
claridad mi sueño y, procuro olvidarlo.
Al anochecer, al ir a bajar la persiana, me vienen de
repente las imágenes que intentaba borrar. No puedo ocultar cierta ansiedad al
mirar por la ventana.
La habitación está oscura, no hay nada ni nadie, sólo la
planta.
Pasan los días y, todas las noches la misma visión.
Me dicen que sí, que hace tiempo vivió en esa casa una
parejita muy mayor y, que de la noche a la mañana se fueron, nadie sabe más de
ellos.
Será así, pero la planta sigue ahí, como dueña y señora de
todo el mirador y, a mí, me sigue sin gustar.
Mari Gorri
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