martes, 2 de octubre de 2012


ENSOÑACIONES –I-

Entre bostezo y bostezo decido que ya es hora de irme a dormir. Me acerco a la ventana para bajar la persiana y de repente tengo la sensación de que algo no encaja.
Delante de mí, en el mirador de la casa de enfrente, como todos los días espero ver a mis viejitos, una pareja de abuelos que a esas horas están siempre recostados cómodamente en su sofá, delante de la tele, a veces charlando, otras dormitando, haciendo tiempo antes de irse a la cama.
Detrás de ellos, como una enorme sombrilla, se ve una planta tremenda, de aspecto tropical, como agobiada en su pequeño y cerrado espacio. A saber cuántos años lleva en esa casa!, y al contrario que a ellos, cada día que pasa está más fresca y lozana, pero a mí, no me gusta nada.
Pero esta noche, la imagen es diferente. Las ventanas del mirador están abiertas, las ramas de la planta, como largos brazos que buscan el aire de la noche asoman por ellas.
Toda la habitación parece invadida por sus hojas, su tallo trepa, sube y baja por las paredes, como si una fuerza descontrolada le obligara a expandirse.
La tele está encendida, pero en el sofá no hay nadie.
¡Qué tontería! me digo a mí misma, simplemente se han ido a la cama sin acordarse de apagar la tele, no sé porqué me tiene que inquietar esa planta absurda, son sus sombras y la noche… no es más que eso.
Me cuesta dormirme y, cuando lo consigo mi sueño es una auténtica pesadilla. Selvas tupidas, húmedas, sombras amenazantes de extrañas plantas con formas humanas que avanzan reptando con sus horripilantes bocas dentadas, babeantes...
Me levanto agotada y confundida, me cuesta evocar con claridad mi sueño y, procuro olvidarlo.
Al anochecer, al ir a bajar la persiana, me vienen de repente las imágenes que intentaba borrar. No puedo ocultar cierta ansiedad al mirar por la ventana.
La habitación está oscura, no hay nada ni nadie, sólo la planta.
Pasan los días y, todas las noches la misma visión.
Me dicen que sí, que hace tiempo vivió en esa casa una parejita muy mayor y, que de la noche a la mañana se fueron, nadie sabe más de ellos.
Será así, pero la planta sigue ahí, como dueña y señora de todo el mirador y, a mí, me sigue sin gustar.

Mari Gorri


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