Salida cultural a Treviño,
Valle Salado de Añana y Torre Varona
Por Nuntxi Pérez
El
pasado viernes 5 de mayo, tal como estaba previsto, hicimos nuestro tercer y
último viaje cultural del curso 2016/2017 de Acex-Eske. Hubo mucho quórum, o sea
que llenamos un autobús (más de 50 personas).
Como
la salida era relativamente cerca, salimos de Donosti a las 8:30 del lugar de
costumbre en la Plaza de Gipuzkoa. Hicimos una parada “técnica” cerca de
Vitoria, porque nos comentaron que San Vicentejo, que era el primer lugar a
visitar, estaba un poco apartado de la “civilización”.
Llegamos
a la hora prevista a San Vicentejo de
Treviño donde nos esperaba la guía. La ermita es románica, se construyó en
honor a los olleros y está consagrada a la Purísima Concepción. Fue declarada
como Monumento Histórico-Artístico en 1994.
Las referencias documentales sobre la construcción de la actual ermita
son muy escasas, si bien es cierto que se ha conservado, empotrada en el muro
sur, una inscripción bastante desfigurada en uno de sus extremos que parece
citar el año 1162, pero algunos especialistas señalan la posibilidad de que sea
1190.
A juzgar por su aspecto actual, llegada a nuestros
días prácticamente intacta desde época románica, se aprecia a simple vista que
es el resultado de dos fases claramente diferenciadas aunque consecutivas en el
tiempo.
Consta la ermita de una sola nave de dos tramos que
desemboca en un tramo recto presbiterial abierto a un único ábside de planta
semicircular. Levantada en un tipo de sillería de personalísima tonalidad
rosácea y ocre, que procede de la cantera del pueblo de Ajarte, en su conjunto
apenas rebasa los 16 metros de largo por unos 6 de ancho. El principal interés
de la construcción, como no podía ser de otra forma, se centra en el exterior
del ábside. Alzado sobre un prominente basamento, el tambor queda articulado en
cinco tramos separados por cuatro columnillas poligonales rematadas en sus
correspondientes capiteles a la altura de las cornisas.
En la zona norte de la ermita hay representaciones
de zorro (zona fría, el maligno) y en la zona sur un cerco (hace referencia al
cristianismo). Como es una iglesia trinitaria sus símbolos son siempre tres
(arcos: trilobulado, media punta y apuntado)
Al interior, la ermita queda cubierta en el cuerpo
de la nave mediante una bóveda de cañón apuntada y reforzada por un único arco
fajón que marca la separación entre los dos tramos. Mucho más interesantes son
los capiteles del arco triunfal, el cual presenta un perfil apuntado y doblado.
Dichos capiteles, que dan la impresión que pudieron servir de modelo para el
segundo taller, sí concuerdan estilísticamente con el refinamiento técnico del
exterior de la cabecera, presentando minuciosos entramados de tipo vegetal de
entre los que sobresale una cabecita humana.
Otra de las señas de identidad de la ermita de San
Vicentejo es la línea de imposta que recorre horizontalmente los muros
interiores norte, sur y cabecero del templo, en la cual, fueron representados
diversos motivos decorativos vegetales y zoomorfos.
Es
propiedad de la familia Martinez Aragón y solamente se celebra una misa al año,
el 12 de agosto. Su restauración se ha realizado a cargo de la Diputación de
Alava.
Tras
esta visita y de nuevo en autobús, nos trasladamos al Valle Salado de Salinas de Añana. Tenemos que dividirnos en dos
grupos para la visita guiada. Recorremos las plataformas productoras de sal.
Esta es una explotación salinera que se supone tiene más de 6.500 años de
historia.
Salinas
de Añana posee manantiales de agua salada que forman el río
Muera,
debidos a que los cursos subterráneos de agua atraviesan sedimentos de sal antes de salir a la
superficie y cuya explotación está documentada desde el año 822.
Las salinas del Valle salado
junto con las de Poza de la Sal han sido las más
importantes de toda la Península Ibérica.
En
la Edad Media las Salinas de Añana
florecieron con el mercadeo de la sal, siendo fundada la población
en 1126 por Alfonso I y constituyéndose en la
villa más antigua de Álava por los fueros otorgados en 1140 por Alfonso VI de León.
Las
salinas están abandonadas desde mediados del siglo XX y sus maderas se
degradaron rápidamente. Sin embargo recientemente se declararon Monumento
Histórico y ahora están en proceso de restauración debido a su valor etnográfico y turístico. En este momento tienen
una producción suficiente para abastecer de sal a todo el mundo. Trabajan como
salineros en la actualidad 12 personas.
Tras
la visita de los dos grupos hacemos una cata de sal y probamos el spa salino.
Luego compramos diversos tipos de sal.
A
continuación comemos en el Restaurante Palacio de Añana (muy bien) y volvemos a
coger el bus para ir a visitar la Torre
Palacio de los Varona. El origen de esta torre se remonta a finales del
siglo XIV o principios del XV, y nace con doña María Ruiz Pérez, mujer que hizo
prisionero a Alfonso I el Batallador en la lucha contra Alfonso VI rey de León
y Catilla, quien consideró que dada su valentía debería, en el futuro, llamarse
“Varona”. Desde entonces hasta la actualidad, la torre ha sido habitada
ininterrumpidamente por sus descendientes directos.
El
conjunto ha sido restaurado por la Diputación Foral de Alava, adecuándola a las
necesidades actuales. Se pueden ver en su interior ejemplos de mobiliario
perteneciente a los propietarios y son muy interesantes los papeles pintados.
En
uno de los lados del recinto sobresale la torre. La edificación del palacio se
adosó a los lados norte y oeste y tiene almenada su totalidad. Asimismo tiene
troneras y saeteras defensivas, así como un foso con agua que se salva por unos
pequeños puentes.
A
continuación, tomamos el bus y regresamos a Donosti, dentro del horario
previsto.
¡¡¡Hasta
la próxima!!!
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