domingo, 9 de febrero de 2020

Tolosa - Ermita de San Pedro en Urkizu




En la zona alta de uno de los contrafuertes que descienden del macizo de Erniozabal, camino de la antigua fortaleza de Mendikute, se levanta la barriada de Urkizu. Allí, junto al caserío Eguzkitza, el camino dibuja una cerrada curva y comienza a descender hacia la todavía lejana Tolosa. Entre la arboleda, la iglesia de San Pedro. En sus proximidades los caseríos Urkizu-goikoa, Urkizu-azpikoa y Etxeberri.Su origen se relaciona con la intención de servir como término a la procesión de letanías o bien que se fundase como una iglesia aneja a la parroquia para ayuda en el servicio espiritual de los fieles habitantes del barrio, bastantes distantes del núcleo principal. Los moradores de Urkizu no tenían en lo antiguo, iglesia determinada para enterrar a sus muertos por lo que lo hacían tanto en la villas de Tolosa o Albiztur. Igualmente ocurría en relación con el cumplimiento con sus necesidades sacramentales.
 Resultado de imagen de ermita de san pedro en Urkizu

Se trata de un edificio rectangular de ábside poligonal. A la derecha, adosadas, la sacristía y la casa cural, y en el frontispicio un frontón cubierto. Las medidas de todo el complejo son 24 x 19 metros y está orientado al E. siendo su tejado a cinco vertientes. En el muro izquierdo posee una ventana de medio punto y dos contrafuertes. Sobre la puerta de acceso a la nave principal hay un campanario de planta rectangular de 2 x 2 m, con cuatro vanos, reloj, pararrayos y cruz de hierro forjado.

 

Interior enlucido. En la nave, bóveda en crucería y en presbiterio, bóveda de cañón. Entrando a la derecha la pileta con el agua bendita. Precioso retablo central, dorado y restaurado. En su parte central, la soberbia talla policromada de San Pedro, de estilo renacentista, entre dos columnas jónicas de fuste estriado, y encima de dos acróteras, sentado majestuosamente en su trono pontificio, tocado de tiara y asiendo las simbólicas llaves del Reino. Procede de la venta que hizo de ella la Parroquia de Beizama a principios del siglo. Hay quien señala, si bien sin documentos probatorios, que bien podría ser obra del imaginero azpeitiano Joanes de Anchieta, o por lo menos creación de su taller. La figura recuerda en sus formas, la del retablo de San Pedro en la Basílica del Coro de Donostia, o la del santo titular en la parroquia de Asteasu. En el altar de la derecha, un mediorelieve del Ángel de la Guarda en precioso marco a modo de retablo. En el de la izquierda, en un marco similar, la Piedad. En el costado una cruz renacentista. Dos vidrieras modernas en los lienzos laterales: una con un escudo y otra representando a San Pedro. Posee una serie de bancos, coro, pila bautismal y un confesionario.



 
La primera cita aparece en la visita pastoral realizada en 1540 por el obispo de Pamplona D. Pedro Pacheco bajo el nombre de “ermita de San Pedro de Urkizu” aunque seguramente su origen sea de época más antiguo ya que anteriormente existía en el lugar una edificación medieval destruida por un incendio en 1503. Junto al citado capellán y al servicio de la ermita estaba la serora Domenja Eceiza que ya en 1549 ocupaba el cargo y su propia casa Eceiza.

Un hijo de la casa Urkizu-garaikoa fallecido en Lima en 1583, legó en su testamento mil ducados para fundar una capellanía de misas en la parroquia de Tolosa, llegando a la villa únicamente 830 ducados, descontados los gastos de envío. El cabildo eclesiástico impuso a censo, con una renta anual de 41 ducados y medio, estableciéndose así la capellanía. Pero los sobrinos del fundador no estaban conformes con su fundación en Tolosa y pidieron al tribunal eclesiástico de Pamplona para que la trasladara a Albíztur, donde estaban enterrados los padres y antepasados. Los citados sobrinos, Martín y Domingo de Urquizu, ganaron el pleito, y en Tolosa, ante el escribano Joanes de Lizardi, se otorgó una escritura de convenio, en la que se decía que la capellanía no se fundaría ni en Tolosa ni Albiztur sino en la ermita de San Pedro de Urquizu. Fue el primer capellán el licenciado Lorenzo de Iturrioz y tenía obligación de decir misa todos los domingos y fiestas de guardar. Un total de 60 misas anuales en sufragio del alma del fundador, por un estipendio de 41 ducados. La misma casa de Urkizu-garaikoa o Martimasena tenía derecho a presentar al capellán.

Con motivo de la toma de posesión como serora de Francisca de Belaunza en 1601, se efectuó un inventario en el que se dice que en la iglesia existe “una imagen de San Pedro dorado con su llave en la mano izquierda dorada, con su ropa de damasco colorado guarnecida alrededor en todo, con un paramento de oro y un Agnus Dei ancho relicario; mas otra imagen pequeña con un Jesús en sus brazos con su ropita de tafetán de seda y un cuello de red y unas memorias colgadas del cuello; más un Crucifijo en medio de los dos altares colgado de la pared en una cruz de palo y es medio dorado”.

En 1617 se efectúan reformas que afectan a tejados, paredes y sus tres altares. Diseñó sus trazas y dirigió las obras de cantería el maestro Francisco de Landa (importante arquitecto que intervinoen las parroquias de Hernialde, Zarautz, Alegi, Ikaztegieta y Tolosa) encargándose el escultor Juan de Basayazde la construcción de los altares (tallista-ensamblador a quien se deben los retablos de las iglesias de Oreja, Gaztelu y Alegi). Miguel de Ayestarán se encargó del resto de obras, utilizándose en ellas algunos sillares de la cercana ermita de San Cipriano.

En la Santa Visita de 1771 se ordenó a los dueños de la casa de Urkizu-garaikoa, Juan Bautista de Zunzunegui y su mujer María Francisca de Guerezta que agregasen a la capellanía de Urquizu los cien ducados del censo que fundó sobre ellos Ignacio de Arsuaga y que dio a la referida capellanía. La rentas de la capellanía fundada por Domingo de Urquizu iban disminuyendo y cada vez fue más difícil a los vecinos de Urquizu, conseguir un capellán para la celebración de las misas, hasta que en 1803 se agregaron otras cuatro fundaciones creadas por Francisco de Munita, Clara Antonia de Igarza, Juan de Zuvillaga, José de Arosteguía y su esposa Agueda de Urquía. Sesenta años más tarde, el Ayuntamiento se veía obligado a tomar parte en el asunto y con la ayuda de los vecinos de Urquizu y el cabildo eclesiástico de Santa Marina,se pudo continuar con la capellanía. En 1983 se efectuó la restauración de los retablos con una subvención de 300.000 pesetas de la Diputación de Guipúzcoa. En 1990 se invirtió en su rehabilitación 6.384.000 pesetas, de las que la institución foral abonó 4.500.000 pesetas, corriendo el resto entre particulares y Ayuntamiento. Las obras se inauguraron el 18 de marzo de 1990.

Era tradición realizar por San Juan la bendición de los campos. Hasta hace medio siglo, se rezaban vísperas los festivos por la tarde y cuando fallecía un vecino del barrio se tocabaagoniakokanpaia. Por el Corpus se hacía una pequeña procesión por el exterior. Los sábados y domingos celebraba misa.Con motivo de la festividad de San Pedro, 29 de junio, se celebran las fiestas populares en el barrio, con participación del vecindario sobre todo en verbenas y campeonatos de bolos.

Nota
Una vez en el mismo Urkizu comienza una carretera asfaltada, y a unos veinte metros a la derecha, aparece el antiguo sendero, camino de Urkizu a Tolosa. A unos diez minutos, debajo de una roca, se aprecian los restos de la antigua ermita de San Cipriano (San Cipri o san Xipiri). Son restos de dos casas donde una de ellas tiene un agujero en la roca de la que parece que manaba agua y los restos de una aguabenditera. Todo lo demás fue destruido por un incendio. Fue construida en 1682.

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