ORENDAIN – ERMITA DE SAN SEBASTIAN
La ermita de San Sebastian,
Jaun Donosti o Jandosti en el habla popular, está dedicada al santo de Ostia. Queda
al pie del monte Garbile, sobre el paso del abandonado camino público
(berri-bidea) que subía desde Alegi hacia Abalcisqueta y Larraitz. De aquí partía
la desviación hacia la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción de
Orendain de la que dista 400 metros. Junto a ella el
caserío Jaundonosti si bien antiguamente existía otro, al que llamaban Plazuela
que ejercía de antigua casa seroral.
Madoz la inventaría en el
Diccionario Geográfico Histórico de 1802 si bien Murugarren retrotrae su existencia hasta 1602. Iñaki Linazasoro señala que en ella se efectuó una importante
reconstrucción en 1734. Y como bien cita Luis Pedro Peña Santiago, “no
hay que ignorar que junto a este templo cruzaba una ruta muy antigua de
trashumancia, y caminantes entre Gipuzcoa y Navarra, viniendo del zubi-zarra de
Alegi hasta Orendain, para seguir hacia el viejo reino pirenaico por
Abaltzisketa y calzadas que se internaban en la sierra de Aralar, camino de la
Barranca navarra, y los pasos en dirección al valle de Larraun e Irurzun”. Prácticamente, hoy día no queda nada de
esa ruta empedrada. Sólo la ermita de San Sebastián parece empeñada en mantener
vivo el recuerdo por la protección ejercida sobre los caminantes. La tradición señala
que hace muchos años, en el caserío Jauregi se dio un brote de peste (izurriñe)
y para combatirla, sus moradoras, unas mujeres solteras (neskazarrak)
construyeron la ermita a sus expensas.
Antxon
Aguirre Sorondo la describe como un edificio rectangular con ábside
trapezoidal orientado al este, de 8,45 m de largo y 4,6 m de ancho. Su entrada está protegida por un pequeño atrio, demasiado pequeño para
los que se acostumbran a ver en nuestros templos de montaña como Larraitz,
Elosiaga, Elkano, San Prudencio de Getaria, y tantos más. Puerta de
entrada con ventana de medio punto a cada lado y, en el marco de madera del
dintel, se lee "SEBASTIAN DEUNAREN BASELIZA". Sobre la puerta, un ojo
de buey con espadaña de hierro forjado y una cruz sobre orbe. En el muro
derecho una ventana a la altura del presbiterio y otra en mitad de la nave. En la
entrada, un cancel con aguabenditera a su derecha.
El retablo es de madera
natural, sin policromar, con cuatro columnas corintias y en el centro la talla
de un San Sebastián con bigote que deja caer su mano izquierda y levanta la
derecha en señal de paz, mientras recibe los flechazos.La talla del titular es
original, estilizada, amanerada y manierista. El retablo presenta tres huecos
donde había otros tantos cuadros, uno dedicado a Valentín de Berriochoa. En su
coronamiento, tímpano semicircular con urna. Cuatro filas de bancos a cada lado
del pasillo central. En la pared izquierda un cuadro de la Virgen del Perpetuo
Socorro y en la derecha, un pequeño crucifijo. Posee coro con estructura de
madera con cabezas de algunas de sus vigas talladas. Las
cerchas de la armadura de la cubierta están a la vista. Está enlucida
exterior e interiormente. Hasta hace pocas fechas no poseía energía eléctrica
por lo que, para los oficios, se extendía un cable desde el caserío Jaundonosti
situado junto a la ermita. Cuando se realizaron las obras de la parroquia se
trasladó a la ermita un confesionario que allí ha quedado.
Lo que quizá pueda producir sorpresa es que la devoción de ofrendar
aceite para la lámpara del altar está muy arraigada. El peregrino llega hasta
el templo, reza unos minutos, y allí queda el aceite que dará luz noche y día al
interior tal vez por devoción, por cumplimiento de una promesa… Luis Pedro
Peña Santiago señala que el rito viene de muy
atrás, pasando por ser tradición de generación en generación “Como recogí años atrás en el caserío
JaunDonosti, la etxekoandre, ya muy anciana, me dijo que se hacía así para
alumbrar y guiar en el camino a los viajeros, que se veían en ese paraje
alcanzados por la noche. Así lo habían hecho siempre también sus padres, y los
padres de sus padres…”.
Hasta 1953, el día de la
Virgen del Rosario, se iba en procesión desde la iglesia parroquial hasta la
ermita donde se han celebrado bodas como la de Juanita Arsuaga Izaguirre, hacia
1957. Hasta 1963 aproximadamente, la serora pasaba dos veces al año por los
caseríos de la zona para postular maíz y trigo. Sus propietarios le entregaban cada vez una lakaria (unos 3 kilos) mientras
que los inquilinos sólo hacían media lakaria; a cambio, la serora se obligaba a
mantener encendida una luz junto al santo, día y noche, luz que se mantiene
todavía.
Ante la inminencia de un
parto en el ganado del caserío, los baserritarras ofrecen aceite para su
lamparilla. Es habitual frotar las verrugas con una moneda que luego se
deposita en el cepillo dela iglesia. Lo mismo hacen los fieles afectados por
verrugas (karatxoak).
En 1949 se hicieron
importantes obras de arreglo tanto del techo como paredes pero, a la vista del mal estado de la cubierta y ante el peligro de un progresivo
deterioro del templo, se tomó la iniciativa de restaurarlo en el invierno de
1992 contando con la aportación de 3 millones de pesetas de la Diputación Foral
de Gipuzkoa.
El 20 de enero día del
santo, se hace misa y amaiketako, con caldo y pinchos, pero ni la procesión ni
los juegos populares perviven. Acude mucha gente de la zona al ser ermita muy
renombrada. Hasta hace unos años, se mantenía la costumbre
que en la misa los hombres se colocasen a la derecha y las mujeres a la
izquierda con los niños en el coro. En 1991 asistieron a la misa del domingo unas
80 personas siendo esta presencia mucho menor si la fiesta del santo coincidiesecon
un día de labor. Actualmente, sólo el día del
santo acuden los vecinos de Orendain y, tras oír misa, ofrendan velas y dan
limosna para el aceite de la lámpara. Antaño era templo visitado por gentes de
todos los pueblos del entorno (Abalzisketa, Baliarrain, Amezketa, Alegi,
lkazteguieta, e incluso hasta Gaintza).
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