sábado, 4 de febrero de 2017

Conociendo nuestras Ermitas (Seguimos con las informaciones que nos aporta Jose Luis Erquicia)



 Ermita de San Blas o de Ntra. Sra. de Buriñondo o Buñaondo (Bergara)


La ermita de San Blas, también conocida como ermita de Nuestra Señora de Buriñondo o Buñaondo, se encuentra emplazada en las laderas que descienden desde Iturriberri hasta la orilla del Deba, en el barrio de su mismo nombre; frente a frente con los montes de Basalgo, los cordales que llevan hacia el valle de Ubera y, más lejos, por Elgeta, los collados que marcan el paso a tierras de vizcaínas. Para acceder basta acercarse a Bergara desde Soraluce y por la carretera general, junto al restaurante Zubi-berri, se traspasa el puente. Se toma el camino asfaltado hacia la izquierda y después derecha, comenzándose a ascender la ladera. La ermita se encuentra en el mismo camino, a un kilómetro del puente. Frente a ella, un poco más alto, el caserío Jauregui con su escudo en la fachada; más abajo el caserío Zigarreta. Y más hacía la vía del tren, en dirección al puente de piedra, la casa Agarre.

Se trata de una pequeña ermita, con coro de madera, a la que en un momento indeterminado se le segregó una sección en beneficio del caserío adosado. Hasta entonces medía exteriormente 14,8 m. de largo por 8,9 m. de ancho. Sus actuales dimensiones interiores son 6,3 m. por 7,6 m. Corta espadaña encima del caballete, a la altura del altar. Su muro derecho presenta una pequeña ventana y una aspillera, mientras que en el izquierdo aparece una ventana tapiada. Su ábside es plano, mirando hacia la barriada de Boñau. En su origen, el edificio tenía una puerta de acceso dovelada y algo apuntada en su cara SO, frente al altar. Cuando se dividió para hacer la vivienda (1746), se abrió la puerta que hoy se conoce en el lienzo SE, donde aparece escrito en su parte superior, el nombre de “San Blas”. Gastada aguabenditera de arenisca a su derecha. Hasta su última restauración, esta puerta estaba defendida por un pequeño tejadillo.

Las primeras menciones sobre la ermita se remontan a 1500 cuando Martín Pérez de Arrese otorgó testamento:
Item mando q. me digan en Santª Mya de buruñao siete misas en honor de los siete gozos de nra señora...
Cuenta con un Libro “desde diez días del mes de mayo de mill e quinientos cinquenta e cinco años en adelante y hasta el dicho día sacado del libro viejo el provecho e aver de la hermita”. Como más adelante se dice “tiene sobrados para obra anexa a Santa Marina de Oxirondo”.

En el inventario de 1560, nada se dice de la imagen de Santa Isabel y sí, en cambio, de una Santa Marina. También se anota otra imagen de Nuestra Señora “de palo viejo” y en 1566 se inventarían sus propiedades entre las que destacan: un retablo dedicado a Nuestra Señora, otro a Santa María, y otro a San Blas. Tenía unos manteles de altar, cuatro casullas y otras menudencias. En 1746 se contabilizan dos heredades propias, una casa y una renta anual de 116 rs, llamándosele en este documento como Ermita de Nª Sª de Buriñano”. Se quemó totalmente en 1746, salvándose las imágenes que estaban al abrigo en otro caserío. Fue a raíz de este acontecimiento cuando se dividió el edificio en dos partes: una para vivienda y otra que continuó como ermita. Las imágenes se restauraron en 1991, y los vecinos de la zona efectuaron el retejo de la ermita en auzolan, con la colaboración del Ayuntamiento que aportó 400.000 ptas en materiales.

Sobre el altar, un retablo barroco de madera de castaño sin policromar, en cuyo centro, entre dos columnas salomónicas, se encuentra una de las imágenes de Andra Mari más caprichosa, única en Guipúzcoa, digna de admirarse: la talla de la Virgen de Buriñondo o Buñaondo. El altar de la izquierda lo preside una hermosa imagen de Santa Isabel, de 87 cms de altura, rostro de anciana, velo blanco escalonado. Lleva sobre sus rodillas una muy pequeña imagen de la Virgen con el Niño, del siglo XVI, bien tallada en madera de espino que, por las proporciones y forma de las manos, buen pudo ser antiguamente una Santa Ana con Virgen y Niño, o simplemente una Andra Mari. En el inventario de bienes de la ermita de 1560, nada se dice de esta imagen de Santa Isabel. Sí se cita en esas fechas, la existencia de una imagen de Santa Marina que ya no existe. En el altar de la derecha, un sencillísimo retablo de principios de siglo que alberga un San Blas gótico, de 85 cm. de altura, con su capa roja y báculo. A ambos lados del altar central, posee asimismo óleos de San Judas Tadeo y San Matías, pintados ambos por E. Aguirreolea en 1889, y otro óleo menor de una cabeza de Ecce Homo, que se tienen por obra de buena factura. En el coro, un óleo de San Francisco Javier muy estropeado.

En el nicho central y tras una puerta de cristal, puede contemplarse una preciosa y original imagen de Andra Mari de 95 cms de altura. Se trata de una talla de origen francés (en esta lengua se le denomina Vierge ouvrante por razón de que la caja de su cuerpo se abre a modo de un tabernáculo). Diversas han sido sus denominaciones a lo largo del tiempo. Lope de Isasti (1625) la llama Santa María de Buxunondo, existiendo variantes de su nombre como Buruñando, Murinondo, Buriñana... Si bien podría observarse una tercera posición de la imagen que resultaría al quitar el Niño Jesús pero sin llegar a abrir su abdomen produciendo la imagen de representar a la Virgen en estado de buena esperanza. Las posiciones más conocidas de la imagen son dos:
·         la posición normalmente visible, con el Niño Jesús en el centro, sobre sus rodillas, mirando ambos de frente; sentada hieráticamente. Presenta un rostro de rasgos delicados, leve sonrisa, cuello alto, pareciendo una mujer vasca. Llaman la atención sus alargadas y cuidadas manos, en actitud de presentación del Niño, y suplicante; el manto le cae en forma natural, y sus pliegues, evocan las formas de la imagen de la Virgen de Itziar, dejando ver unos pies finos y puntiagudos. Sentado entre sus rodillas, sosteniéndose sólo, el Niño, en plena risa, con gesto pícaro, atractivo, engendrador de confianza, vestido con una clara túnica con dibujos polícromos. Su mano derecha la tiene levantada en actitud de bendecir mientras que en la izquierda sostiene una cruz.
·         si se retira el Niño y se abre el vientre de la Virgen. Aparece en su interior sobre un fondo de estrellas, la representación del Santísima Trinidad: el Padre, sentado sobre un trono, sostiene con las manos los brazos de la cruz, de la que pende crucificado su Unigénito, y el Espíritu Santo, bajo forma de paloma, sale de la boca del Padre y aparenta introducirse en la cabeza del Hijo.

La composición reduce a una fórmula plástica los procesos de las tres divinas personas de la Trinidad o quizás, pretende en este grupo asociar el Padre y el Espíritu Santo al drama del Calvario, según la interpretación dada a la escena por algunos autores. Dicen estar inspirada en las Pietas o en el grupo de la Virgen con el cadáver de Jesús en el regazo. M. Trens identifica el conjunto de la escultura, con toda probabilidad, del último tercio del siglo catorce, época en la que todavía nuestro pueblo no había alcanzado a sentir los padecimientos del Salvador. A Cristo paciente se le lloró en nuestro pueblo, cuando la Mater Dolorosa nos lo mostró, esto es, un siglo más tarde. Hasta entonces, apreció más al Crucificado como “Juez de vivos y muertos, de majestad temible, de gesto amenazador, en plan de pronunciar la sentencia eterna sobre los réprobos, separándolos para siempre de los socios de los benditos del Padre”.

La vida a finales de la Edad Media estaba impregnada de una completa religiosidad alrededor de Dios, donde los límites entre la profanación y lo sagrado eran tan débiles que marcaban y señalaban totalmente la vida de las personas; los pueblos, para expresar su devoción, podían llegar a configurar imágenes con representaciones insolentes no muy lejanas de la herejía. Entre éstas, la imagen de Nuestra Señora que tenían los Duques de Borgoña en 1420 o la imagen que se encuentra en el convento de las Carmelitas de París; como también le ocurre a la que se encuentra en Bergara, puede abrirse y, en su interior, aparece la representación de la Trinidad. De esta forma, la representación completa en el interior del regazo de María, hace aparecer un riesgo sobre la forma plástica en que se realiza, riesgo que también surge en la imagen de Buiñondo; en otras ocasiones, se ha utilizado un tríptico que se abre y en su interior aparece la Trinidad quien toma en su representación a la Virgen Maria; por su parte, San Blas, a una escala más pequeña, también ha tenido estas representaciones y la idea de la encarnación siempre ha figurado como un elemento más de las figuraciones religiosas.

La cabeza de la imagen y sus manos aparecen muy rejuvenecidas. Es importante su aspecto frontal donde destacan los pliegues de las ropas que rodean el vientre y las orillas del manto. Encontramos alegría y suavidad en las telas de los vestidos tanto de la Virgen como del Niño, pero sin alcanzar los juegos de luminosidad que nos ofrecen las realizaciones flamencas; todo ello hace que la imagen la localicemos en los años finales del siglo XIV y/o principios del XV. En general, la técnica de la figura es suficiente y pensamos que quizás, lo más importante de ella, es el carácter regio y simbólico que puede verse en el conjunto de su iconografía. La imagen de Nuestra Señora de Burinondo tiene una constitución muy compleja. En ocasiones se representa a la Virgen mediante un tríptico que se abre y en cuyo interior, puede contemplarse la imagen religiosa; pero en Nuestra Señora de Murinondo tiene en su interior, a escala, la propia Trinidad, quedando de esa forma a la vista la propia idea de la encarnación (con ese nombre también se conoce a esta imagen de la Virgen). Esta imagen representa el misterio de introducir la “residencia” de María en la Trinidad por el amor hacia el Padre. En aquellos tiempos, suponía asumir muchos riesgos como consecuencia de ser una interpretación teológica ya que para el feligrés, el que la Trinidad naciese del vientre de Nuestra Señora podía llevarle a equivocaciones. Esa es la razón por la que hoy en día existen pocas vírgenes de este estilo, por miedo a las herejías y por esa razón, seguramente muchas de ellas desaparecieron. La Virgen de Murinondo se salvó, probablemente, porque al encontrarse protegida por un Niño Jesús la hizo suficientemente segura. La imagen ha sido remodelada en diversas ocasiones, sobre todo en la cabeza y manos. Las marcas del manto sobre el vientre son pronunciadas y fuertes. La forma de las esquinas y sus bordes confirman que nos encontramos ante una imagen antigua. Los pliegues de la imagen de la Trinidad y la Virgen Maria son lisos y con vida, pero no llegan a desarrollar los juegos de luz del estilo flamenco.

En 1566 se hace el inventario de sus propiedades entre las que destacan: un retablo dedicado a Nuestra Señora, otro a Santa María, y otro a San Blas. Tenía unos manteles de altar, cuatro casullas y otras menudencias. Siempre ha estado bien dotada de ropas y objetos sagrados. Podemos calificar a la ermita “de pudiente”, cerrando generalmente sus cuentas anuales con superávit. Siempre ha existido costumbre de realizarle “considerables donaciones”, índice de la devoción de que es objeto. Desde tiempos antiguos estuvo bien dotada de objetos sagrados y era célebre su romería anual. Lizarralde quien sí pudo consultar el Libro de cuentas de la ermita y otros datos desde 1555 escribió lo siguiente: “El día de la cofradía se distribuía a los cofrades sopa y leche, preparadas en una caldera que cogía ciento veinte azumbres, la cual caldera se hizo en 1571, habiendo costado tres ducados, exactamente lo mismo que costó el retablo, tallado en la villa de Oñate, para altar de la Virgen. A la ermita se acostumbró hacer considerables donaciones, según se colige del tesoro que los visitadores diocesanos solían examinar en las visitas canónicas”(1)

Sus romerías son el 3 de febrero (San Blas) y el 8 de setiembre, la Natividad de la Virgen. Además, todos los domingos, a las cinco de la tarde, dejaba oir el tañido de su campana para anunciar que era la hora de rezar el rosario. A San Blas se acude cuando se tiene mal de garganta, a curar los catarros. La ofrenda consiste en una vela que se coloca ante él, en un pequeño hachero. En alguna ocasión, algunas personas colocaron manzanas en las manos del Santo, y dijeron que había que dejarlas allí hasta que se pudrieran. También acuden personas ante Nuestra Señora con flores blancas para interceder por alguna mujer que comenzaba a sentir dolores de parto. Tambien lo hacen las embarazadas, si todo salía bien, se le visitaba como expresión de gratitud. Cita la tradición que por San Blas, en tiempos pasados, se celebraba el rito de “la caridad” repartiéndose caldo y carne “como en Osinchu”. La costumbre debió perderse muchos años antes, puesto que ni los más ancianos del lugar la han conocido en la práctica. Eso sí, en el inventario realizado en 1560, se apunta “una caldera grande de azumbre”, y en el escrito de 1658 “una caldera de mucho valor”.

El día del Santo solía acudir muchísima gente a bendecir la “San Blas opilla”. Este pan era una simple hogaza que se llevaba a bendecir, envuelta en un gran pañuelo oscuro formando un hatillo debiendo comerse por tradición un trozo del San Blas opilla bendecido y del que en ocasiones, también solía darse al ganado. Posteriormente se sustituyó por una torta de pan con un huevo en el centro mientras que en nuestros días las pastelerías confeccionan unas San Blas opillak más sofisticadas. Se subía en rogativa desde la iglesia parroquial de Santa Marina en situaciones de desasosiego social.

El día de Santa Agueda por la tarde, se reúnen los representantes de los caseríos de la zona para estudiar las cuentas de gastos e ingresos que les presenta el mayordomo (encargado del cuidado de la ermita y de sus llaves durante el año anterior), eligiéndose a continuación su sustituto. Antaño, tras la elección se merendaba lo que cada uno había llevado. Los caseríos afectados son: Beiztegi-goenengoa, Larrañaga-aundi, Larrañaga-txiki, Jauregui, Zíarreta, San Blas, Zabala, Etxealai, Agerremuño, Muñondo-gañekua y Etxe-alay, este último incorporado últimamente ya que se construyó hacia 1980. Otras fechas litúrgicas señaladas son la Natividad de Nuestra Señora, festejada el 8 de septiembre, el domingo inmediatamente posterior y cuando fallece algún vecino. Se mantiene la costumbre de tocar la campana cuando se conoce el fallecimiento de algún vecino de los caseríos de la zona. Como aviso de las exequias, se repiten los toques a las 7 de la mañana del día siguiente si el funeral es esa mañana y a las 12 del mediodía si se celebra a la tarde. Hasta la última guerra, gente del vecindario asistía los domingos por la tarde al rezo del rosario que durante muchos años dirigió un aitona del caserío Zabale.

El 3 de febrero se reza misa y se hace sonar la campana de la ermita. Pero el día grande es el domingo posterior, llamado popularmente San Blas Txiki, con afluencia tan masiva que obliga a sacar bancos y sillas al exterior para hacer la misa al raso. A la hora del ofertorio se bendicen los alimentos que portan los presentes. Tras la misa, se reparte caldo y pinchos a los asistentes y a continuación nunca faltan bailables, y juegos populares como cucaña, o sokatira. Luego se hace una comida de hermandad de los vecinos en la sociedad cercana.


10.- BIBLIOGRAFIA

AGUIRRE SORONDO, Antxon y LIZARRALDE ELBERDIN, Koldo
"Ermitas de Gipuzkoa". Pag 123 y ss. Fundación José Miguel Barandiarán. Ataun 2000.
ANASAGASTI URRUTIA, Pedro de
“Andra Mari en Guipuzcoa. Nuestra Señora de Buiñondo”. Revista Aránzazu 1969. Pag 320  Oñate
ARANBURU, Maria José y GIL MASSA, Jesús
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DIAZ, José; LARRAÑAGA, Germán y KALBOETXEAGA, Jesús M.
“Bergara. Ondare Artistikoa”. Pag 53. Euskara Zerbitzua. Bergarako Udala. Bergara 1993
GOROSABEL, Pablo
“Diccionario Histórico-Geográfico Descriptivo de los Pueblos, Valles, Partidos Alcaldías y Uniones. Año 1862”. Edición La Gran Enciclopedia Vasca. Bilbao 1972
IRIGOYEN, Domingo
"Ermitas e iglesias de Guipuzcoa". Anuario de Eusko Folklore. Tomo XIV. Pag 51. Vitoria 1934.
LARREA ELUSTIZA, José
“Breve Monografía de Vergara”, pag 44. Publicaciones de la Caja de Ahorros Municipal de San Sebastian 1970.
LIZARRALDE, José Adriano Fr.:
“Semblanza religiosa de la Provincia de Guipuzcoa. Ensayo Iconográfico, Legendario e Histórico. Volumen I-Andra Mari. Reseña Histórica del culto de la Virgen Santísima en la provincia”. “El culto de la Virgen desde la segunda mitad del siglo XIII hasta fines del XIV” Pag 54 Imprenta C. Dochao de Eriguen. Bilbao 1926.
MURUGARREN ZAMORA, Luis
"Relación de puntos religiosos de Guipuzcoa". BRSVAP. Año XXVIII. Cuaderno 1º pag 62-ss. San Sebastian 1972
PEÑA SANTIAGO, Luis Pedro
"Fiestas tradicionales y romerías de Guipuzcoa". Pag 337. Ed Txertoa. San Sebastian 1973.
"Las ermitas de Guipuzcoa" Pag 269 Ed Txertoa. San Sebastian 1975.
“25 excursiones por Guipuzkoa. Arte, Creencias, Historia Paisaje. Pueblos tradicionales” Pag 51, 2ª edición. Ed Txertoa. San Sebastian 1992
SORONDO Imanol
“Las 38 ermitas de Bergara. Estudio Etnográfico Histórico” Anuario de Eusko Folklore. Tomo XXXI. Pag 176. San Sebastian 1982/1983

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