Había oído muy buenas críticas de la película La Juventud de
Paolo Sorrentino. Quizás por esa razón mis expectativas no se han cumplido.
En esta película se analiza el paso del tiempo en las personas y su llegada a la vejez, en
contraposición con la juventud, que se ha dejado atrás. Los principales
protagonistas son dos personajes, Michel Caine, que encarna a Fred Ballinger,
un renombrado director de orquesta retirado del mundo del arte por su propia
decisión, que está disfrutando de sus vacaciones acompañado por su hija en un
hotel de Suiza y su amigo Micks (Harvey Keitel), director de cine, inmerso en
el rodaje de una película que le está causando
muchos problemas para su
finalización. Ambos, que en su juventud
han protagonizado multitud de juergas, disfrutan ahora de una época de
tranquilidad y en este reencuentro se
dedican a hacer un balance de sus vidas: sus logros profesionales, sus amores,
algunos de ellos fallidos, etc.
No cabe duda de que la película es un canto a la vida, a las
ganas de vivir, a no querer desaparecer, o por lo menos, a que no se olviden
de ellos ni de los éxitos que han
logrado en sus respectivas profesiones. Ambos recuerdan el pasado como una situación
muy lejana, como si la vieran a través de un calidoscopio, pero piensan que les
queda todavía mucha vida por delante.
Hasta ahí, el tema me ha resultado correcto, con una estética
y una música preciosas, así como la fotografía, pero en el film, quizás para
destacar más el contraste entre la vejez y la juventud, aparecen algunos
personajes cuyos roles me resultan poco comprensibles
o creíbles, por lo que me ha resultado difícil seguir toda la trama de
la película, agravado por sus flashbacks
que me han descolocado en el tiempo
puntual de los hechos.
No me ha gustado mucho, aunque no puedo decir que sea una
película técnicamente mala, pero la historia, a pesar de que por el tema de la
edad me resulta bastante próxima, no ha
llegado a emocionarme.
Nuntxi Pérez
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