Yo fui una niña “con pueblo”. Sí, con pueblo, porque, a
diferencia de los niños de ahora, cuando llegaban las vacaciones de verano, mis
padres me llevaban “al pueblo”, a veces alternando dos, para poder ver a mis
abuelos una vez al año. También tuve la suerte de disfrutar de bisabuela hasta
los 13 años.
Ahora que yo también soy amona, pienso que sería muy triste
para ellos poder pasar tan poco tiempo con sus nietos, pero por otra parte, con
qué alegría esperarían esas fechas.
Gracias a esas “obligatorias” vacaciones conocí la vida rural,
con sus cosas buenas: los animales, los viñedos, sus fiestas,, los sabores de
las comidas en casa de mis abuelos y las meriendas ¡qué meriendas!; unas veces
jamón maravilloso y otras sardinas en aceite, tan ricas…..
También sufrí las cosas menos buenas de la vida rural, en
Castilla en aquellos tiempos (década de los 50/60), sobre todo la falta de agua
corriente en las casas y como consecuencia la ausencia de aseos.
Esa carencia de agua corriente tenía su parte bonita, en el
hecho de tener que ir a la fuente a buscar el agua, sobre todo para los
niños/as que no teníamos que acarrear con las cántaras, pero disfrutábamos del
paseo y éramos testigos de los primeros escarceos amorosos entre los jóvenes.
Y la libertad de la vida en los pueblos!!! Los niños podíamos
estar todo el día en la calle; a casa sólo a las horas de las comidas. Y las
noches….. La fresca de la noche….. sentados a la puerta de las casas, mayores y
pequeños hasta altas horas.
Todos mis recuerdos son maravillosos. En el pueblo sentí por
primera vez el cosquilleo del amor adolescente, mi primer baile con un chico,
las primeras confidencias con mis primas. Llevo en mi corazón todos esos
sentimientos que no he olvidado ni olvidaré a lo largo de lo que me quede de
vida.

Nuntxi
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